En su primer mandato, un impetuoso presidente Clinton intentó, sin éxito, implantar la cobertura sanitaria universal en su nación. El poder de convicción que le caracteriza no fue suficiente y, muy a su pesar, la iniciativa fue abandonada. Los Estados Unidos siguieron siendo la anomalía entre los países desarrollados, donde prima la convicción de que todo ciudadano tiene derecho a asistencia médica al margen de sus posibilidades económicas.

Ahora es Barack Obama quien se ha lanzado de nuevo a la carga. Pero dudo que esperara una resistencia tan numantina a cargo de políticos, incluso de su propio partido, y también de una proporción importante de la población, que ve con temor cualquier injerencia de los poderes públicos en sus asuntos privados. Hay, además, la sospecha que tras el proyecto se esconde un aumento de la presión fiscal, a pesar de que el proyecto es tímido y no pretende llegar a los niveles de atención de la mayoría de países europeos, donde una red de centros públicos se encarga de atender las necesidades de la mayoría de la población.

Pero la derecha conservadora norteamericana es muy fuerte y ha iniciado una feroz cruzada para abortar el proyecto, recurriendo a toda clase de medios. Algunos políticos alineados con Obama han sufrido agresiones físicas en los mítines convocados para explicar el proyecto, y basta con observar las imágenes que nos proporciona la televisión para comprobar el tono crispado de las pancartas que esgrimen los contestatarios.

Los medios de comunicación conservadores no cesan de lanzar torpedos, a veces sin reparar en medios. Denuncian el supuesto peligro que conlleva otorgar al Estado el derecho a decidir que un ciudadano no debe ser abandonado a su suerte por un excesivo coste de su atención. Stephen Hawking, el famoso físico que padece una grave y larga enfermedad degenerativa, de no habitar en territorio británico ya no viviría, según este criterio. Y ha sido el propio Hawking quien ha tenido que salir a la palestra para recordar que si él todavía existe es gracias a vivir en el Reino Unido y poder ser atendido gratuitamente por su servicio público de salud.