El cuadro clínico que presenta la economía española, con datos objetivos hasta junio es de los que aconsejan mantener al paciente en tratamiento intensivo. La única mejora que puede apreciarse, valga la contradicción, es que empeora más lentamente. El Instituto Nacional de Estadística difundió el jueves el ajuste de la evolución de los principales indicadores de la economía española durante el segundo trimestre del año. El cuarto consecutivo en recesión. Y ayer se conoció que la inflación de agosto sigue en registros negativos. No se presagiaba que un año iban a perder el empleo casi 1,4 millones de españoles, y que esa merma no iba a quedar limitada al sector de la construcción. También en la industria se está destruyendo empleo de lo lindo. El factor psicológico ha hecho el resto: familias más endeudas y temerosas por su futuro laboral, caída del consumo y tras él el de la producción y de la inversión empresarial. Las causas de cómo ha llegado a estar tan deprimida la economía española ya están más que descritas, y un buen verano no lo palía. Nuestro problema, ahora, no es otro que iniciamos el período postvacacional con más deberes pendientes.