TVE saluda la llegada del nuevo año con la supresión de la publicidad, una decisión del Gobierno fruto de la presión de las cadenas privadas y que abre no pocas incógnitas en cuanto a la viabilidad de la cadena pública. La ausencia de ingresos diferentes a los que aporte el Estado quizá no permita competir a TVE con la capacidad de luchar por las audiencias de las otras televisiones. De todas las opciones para silenciar las críticas de competencia desleal, el Gobierno ha optado por la peor de todas, aquella que condena a la televisión pública a una vida precaria.

No se ha examinado siquiera si les quedan franjas horarias a las cadenas que emiten en abierto para incrementar la emisión de anuncios, habida cuenta de que la legislación de la UE y la española, en correspondencia con la europea, establecen un máximo por hora de programación. En última instancia, se ha puesto en suerte la función social de un servicio público que debe cumplir una triple función informativa, cultural y de entretenimiento, y aspirar a estándares de calidad dignos. Por no hablar de las dificultades para responder al desafío de la era digital.