La mona de Pascua, tan tradicional en la Comunitat Valenciana, Cataluña y Murcia, es la presentación de los clásicos huevos de Pascua, de chocolate o de caramelo, con un pastel o una carta como base, o bien sobre una construcción de chocolate. En el siglo XVIII, era ya el obsequio clásico del padrino a sus ahijados, y el número de huevos correspondía a los años de edad de los niños hasta llegar a los doce. En ese momento, tal vez como punto final de este obsequio, el número de huevos se elevaba a trece. A mediados del siglo XIX, las monas pierden su sencillez inicial y su presentación se hace más complicada, enriqueciéndose con unos adornos de azúcar caramelizado, almendras, confituras, guirlache, anises plateados y, desde luego, los huevos de Pascua pintados.

Lo cierto es que, en sus diferentes versiones, la mona de Pascua era regalo del padrino el Domingo de Resurrección, y que el ahijado iba a recogerla personalmente en su casa. Era costumbre que el niño aprovechara la ocasión para recitar públicamente un verso. H