En sus últimas reuniones, los países del G-8 y el ampliado G-20 se ganaron la aprobación general por plantear de forma compacta fórmulas para atajar la crisis financiera global. Las reuniones canadienses que se iniciaron ayer debían alumbrar una nueva forma de gobierno económico mundial. Sin embargo, la unidad de acción ha desaparecido. En su lugar han aflorado importantes diferencias sobre las estrategias a seguir, particularmente entre Europa y Estados Unidos.

Crecimiento o austeridad. Estímulos o recortes. Estas son las palabras clave de la división. El planteamiento alemán, según el cual para lograr un crecimiento sólido hay que reducir el déficit público, que es la política aplicada por Berlín a su propia economía y que además ha conseguido imponer a otros países de la UE, España entre ellos, choca con la visión del Tesoro estadounidense. Para Washington, la austeridad y los recortes no generan crecimiento. Lo producen, en cambio, los estímulos a la economía. También hay desacuerdo acerca de la implantación de medidas concretas, como el impuesto a las entidades de crédito por las transacciones financieras (una especie de tasa Tobin). Aquí la línea divisoria no pasa por el Atlántico. Favorables al impuesto son, en este caso, la UE y EEUU, y se oponen Canadá, Rusia, China y Australia creando así una nueva fractura en el G-20. En este sentido, es significativo que, horas antes del inicio de las dos cumbres, el Congreso de EEUU haya alcanzado un acuerdo de reforma del sistema financiero que aumenta la regulación de las operaciones bancarias y de bolsa.

Estas diferencias son un serio obstáculo a la creación de una nueva gobernanza económica mundial absolutamente necesaria cuando el ritmo al que van los mercados financieros es muy superior al de las instituciones.

Las reuniones del G-8 y del G-20 abordan otras cuestiones que suscitan división. Las sanciones a Irán es una de ellas. Con su propuesta de mediación, Turquía y Brasil se han desmarcado de la opinión general de castigar a Teherán por su programa nuclear. Afganistán es otra. Tras la salida fulminante del general Stanley McChrystal, Estados Unidos necesita apoyo y máxima firmeza de sus aliados en aquella guerra. Quizá lo encuentre de palabra, pero no de hecho.