Hoy se cumple el ciento setenta y un aniversario de la llegada a Castellón del general Leopoldo O’Donell. Hacía seis años que el rey Fernando VII había fallecido sin más descendiente que dos pequeñas hijas: Isabel, de tres años y Luisa Fernanda, que apenas contaba un año de edad. Ambas niñas fueron el fruto de su matrimonio con su cuarta esposa y sobrina: María Cristina. A la muerte del Rey, el país quedó dividido en dos bandos. Por una parte quienes deseaban que subiera al trono el hermano del monarca: don Carlos de Borbón, conocidos en la historia como los carlistas y, por otro, los que preferían que la pequeña Isabel se convirtiera, cuando llegara a la mayoría de edad, en reina de España, es decir: los isabelinos o liberales. Una vez más y por desgracia no sería la última, la guerra civil volvía a enfrentar al pueblo español.

La primera guerra carlista se extendió durante el periodo comprendido entre 1833 y 1840. En ella tuvieron lugar numerosas batallas y, entre ellas, una de las más decisivas se libró en los términos municipales de Useras y Lucena del Cid el día 17 de agosto de 1839. Según cuentan los cronistas, el general O’Donell, al vencer a los carlistas y liberar a Lucena, pronunció la siguiente alocución: “¡Soldados!, el día de ayer ha sido de gloria para el ejército del Centro. El orgullo de Cabrera, habiendo reconcentrado la mayor parte de las fuerzas que acaudilla en Aragón y Valencia y contando seguro el triunfo, apoyado en lo formidable de la serie de posiciones que hay que atravesar para ir a la invicta Lucena, osó presentar la batalla y oponerse a que libertáseis a nuestros compañeros que se habían visto obligados a encerrarse en aquella plaza. Confiado en vuestro valor, no dudé en atacarle. El más feliz éxito ha coronado mis esperanzas; batida la facción después de ocho horas de combate, la habéis visto huir de vuestras bayonetas ¡Vuestros compañeros están libres y Lucena socorrida! ¡Soldados! Que esta victoria sea sólo el preludio de otras nuevas que pongan feliz término a los males de estos reinos, reduciendo a la impotencia a este feroz y sanguinario enemigo. Testigo del valor y disciplina con que os habéis conducido, no dudo en aseguraros que le seguiréis. Vuestro general: Leopoldo O’Donell”.

Al día siguiente, precisamente hace hoy ciento setenta y un años, las tropas del vencedor llegaron a nuestra ciudad. Todos los vecinos se habían preparado para atender a los numerosos soldados heridos. Los militares que no necesitaban atenciones pudieron ser recibidos, con gran júbilo, por los castellonenses que aclamaron al general O’Donell por haber conseguido, después de tres intentos del ejército liberal, romper el asedio al que habían sometido los carlistas a la población de Lucena. Los analistas de la época consideraron que de haber fracasado en esta ocasión, las tropas de Cabrera hubieran podido llegar hasta la capital de la provincia e incluso a la misma Valencia.

Por la importante victoria conseguida en el frente de Useras y Lucena, O’Donell fue ascendido a teniente general, posteriormente fue nombrado capitán general de Aragón, Valencia y Murcia y se le concedió el título de conde de Lucena. En 1844 se le nombró capitán general de La Habana y cuatro años más tarde ocupó el cargo de director general de la Academia de Infantería de Toledo. Interesado por la política, fundó el partido Unión Liberal con el que quiso unir a moderados y progresistas. Fue ministro de la Guerra y, en tres ocasiones, presidió el Consejo de Ministros de la nación. Falleció el 5 de noviembre de 1867 sin poder celebrar el fin de la tercera guerra carlista que se produjo en 1867. Castellón, durante aquellos años, se había consolidado como capital de la provincia. Nuevas e importantes obras habían cambiado su aspecto y el cultivo de los cítricos, la incipiente industrialización, el puerto y el ferrocarril, estaban poniendo los cimientos de una pujante economía. H