Recordaran el magnífico libro de aquel genio, con mal genio, que fue Fernando Fernán-Gómez que se titula Las bicicletas son para el verano. Ahora, en este tiempo de Tour y de éxitos de nuestros ciclistas, es un buen momento para darle un pensamiento a este medio de locomoción sano y ecológico.

La semana pasada estuve en Copenhague y me quedé alucinado. En primer lugar, por la seguridad ciudadana que tienen, al menos en materia de robo de bicicletas. Cientos y cientos de bicicletas aparcadas en las estaciones de tren y metro, con un sencillo candado que nuestros rateros nacionales abrirían con un chasquido de dedos. Y me maravilló el carril bici de que disponían todas las calles y la fluidez con la que se utilizaba. Pero con una diferencia que creo que es sustancial: mientras en las ciudades españolas el carril bici es un espacio hurtado a los peatones, que provoca no pocos encontronazos entre paseantes y ciclistas, en Dinamarca los ciclistas tiene habilitado el carril en la calzada, como es lógico, donde cogen velocidades razonablemente rápidas que les permiten desplazarse con celeridad. No pasear como es el caso de nuestros carriles bici. La bicicleta no puede competir con el peatón. Y no pueden ser destinados a carril bici los pocos espacios que al ciudadano de a pie ha dejado la mala urbanización y el deficiente diseño de nuestras calles, beneficiando a los coches y su aparcamiento.

En nuestras ciudades las bicicletas deberían ser para verano, primavera y otoño. Con carriles de rápida circulación por espacios de la calzada, debidamente protegidos, que aquí somos muy brutos y si ocupamos los carriles de taxi y del transporte público, ¡cómo no vamos a ocupar el carril bici! H