Aquel hombre sabio que era don Luis Revest, ya me lo aconsejaba: “Empieza por lo primero y sigue después con lo segundo...” Y si en esta página he de hablar de lo que vaya ocurriendo en la Almadraba, entre el Torreón y el Voramar, mientras construyo mis torres y castillos de arena, estoy obligado a recordar que las gentes que aquí han vivido a través del tiempo pasado, se llevaron algún libro para leer en la playa y muchos de ellos han quedado aquí sepultados, a pesar de las lluvias y de los vientos, del trote matutino de algunos caballos, del husmear afanoso de muchos perros, de la limpieza diaria de las brigadas municipales. Y el primer libro de este año que se levanta ante mi mientras oteo el horizonte en busca del humo de los barcos, es nada menos que La Odisea, de Homero, el que se le atribuye también la autoría de La Iliada y dos Himnos posteriores. La obra cuenta las aventuras de Ulises desde la toma de Troya hasta su regreso a Ítaca. En la primera de sus tres partes, se narran las aventuras de Telémaco en busca de su padre. Después, el retorno a Ulises que relata sucesos y sacrificios desoyendo el canto de las sirenas, de lo que algún apígrafe ya ha estado reflejado en estas páginas otras veces. Y en tercer lugar, la venganza de Ulises. A través de los siglos, los estudiosos de Homero han destacado como los episodios más notables la asamblea de los dioses, el encuentro entre Ulises y Nausica, los juegos y el festín en el palacio de Alcino, el encuentro con Cíclope y con Circe. También el episodio del canto de las sirenas y, al fin, el reconocimiento de Ulises por Penélope. Algunos -bastantes- de estos episodios han traspasado los tiempos y las civilizaciones; y ese invento del siglo XX, el cine, ha convertido en películas muchos de ellos.

Traducidos al castellano y encuadernados en forma de libro tanto La Odisea como el resto de sueños de Homero, me los he encontrado en la arena de la playa, al tiempo que yo iba recordando mis días vividos y mis noches soñadas. Quien no ha podido venir estos días ha sido Penélope, seguramente entretenida en tejer y destejar, una y otra vez, su enorme velo. Ya sabéis que Penélope, personaje capital en la mitología, es hija de Icario y de Peribea y fue la esposa de Ulises, así como madre de Telémaco. Es la que permaneció fiel a su esposo durante los veinte años que duró su ausencia, rechazando todas las proposiciones de matrimonio que le hicieron. Engañó a los pretendientes que se habían instalado en su palacio diciéndoles que no volvería a casarse hasta que no hubiese terminado el enorme velo que estaba tejiendo, para alargar la espera de forma indefinida deshacía por la noche el trabajo realizado durante el día. Claro que, por su parte, Ulises hacía también lo posible por no oír el canto de las sirenas. Es como un aviso a ciertos comportamientos de nuestro tiempo. Y también una lección para mi, que creo que aprendí muy bien cuando empecé a plantar torres y castillos de arena sobre la orilla del mar todas las mañanas, cuyas olas, cada noche deshacían mi trabajo para que volviese a empezar el día siguiente. Que ya es hoy. Así que, sed todos bien venidos a la página, mientras Lorenzo y yo vamos a la nuestra. De momento hemos empezado con una exaltación de la fidelidad. Que no es poco en este tiempo. H