Querido lector:

Mañana jueves 16 de junio la Comunitat Valenciana tendrá nuevo president electo. Repetirá en el cargo, que jurará el martes siguiente, Francisco Camps, que para entonces ya habrá decidido los miembros de su Consell y posteriormente los fontaneros del segundo y tercer escalón, los escalafones más importantes en cualquier administración pública porque son los que hacen funcionar la maquinaria.

Pero fuera de los nervios que atenazan a la clase política popular por conocer si estarán o no entre los privilegiados de la gestión autonómica, hay algo mucho más importante y no es otra cosa que la necesidad de que este gobierno autonómico dé respuesta a lo que le pide y exige la sociedad valenciana en sus competencias, que son muchas, sobre todo en materia de prestación de servicios, es decir, del gran pastel del Estado del Bienestar: Educación, Sanidad y prestaciones sociales. Lo que traducido en materia presupuestaria es más del 80% de la caja pública autonómica.

Pero además de esta exigencia, que no es poca debido a la deuda financiera de la Generalitat y a la merma de ingresos provenientes de las transferencias del Estado y a las fuentes fiscales propias, al nuevo Consell de Camps hay que exigirle fortaleza política y liderazgo, tanto a nivel interno como frente a Madrid, una cuestión alarmantemente ausente en los dos últimos.

Y hay que exigirle además un reordenamiento económico básico que elimine la subjetividad del hasta ahora responsable económico, Gerardo Camps y que a su vez permita una austeridad sin ausencia de inversiones, de incentivos a la actividad económica y de pronto pago a proveedores. Y para Castellón, menos discriminación y más corresponsabilidad.