Querido lector, la cosa no es difícil ni de contar ni de entender. Permíteme un par de anécdotas. Unos días después de las elecciones municipales, cuando ya se sabían los resultados pero antes de elegir al actual alcalde de Moncofa, se me acerca un vecino de la playa (supongo que de derechas) y, con buenas formas, entre otros asuntos me comenta que le caen bien los del Bloc y los de IU pero, no así los socialistas. De inmediato, y teniendo en cuenta que el resultado electoral del pasado 22-M había configurado un ayuntamiento con 6 concejales para el PP, 6 para el PSOE y 1 para el Bloc, mi vecino también me dice que lo de la alcaldía está claro. Es decir, el alcalde debía ser del PP por ser la lista más votada, porque así lo quería todo el pueblo y, además, porque hay que acabar con J.V. Isach. Entre otras razones, porque en Moncofa desaparecen demasiadas cosas.

Como se puede constatar, los argumentos expuestos por mi vecino son de patio de colegio. Por ello, y en franco y amigable diálogo, le comento más que le replico que lo de su amor por el Bloc e IU es fácil de entender: pueden debilitar al PSOE por la izquierda y, a la vez, por su poca presencia institucional no cuestionan el poder del PP, (seguramente en su visión aparecían como fuerzas simpáticas y casi colaboradoras). Lo del PSOE, es decir, lo de mal ver a los socialistas, también parecía comprensible: es un partido de gobierno que puede relegar a la derecha a la oposición y, por eso, a cierta gente no le gusta por sistema. Es evidente. Pero donde verdad insistí y, además, le señalé que se equivocaba gravemente, era cuando manifestaba lo de la alcaldía y lo de J. V. Isach. Es decir, seguir proclamando que el alcalde debía ser el de la lista más votada y otorgar sin consideración e indebidamente la representación de toda la ciudadanía al proclamar que su voluntad, no solo era una forma vergonzosa de coaccionar al concejal del Bloc, sino que, peor aún, además de una falsa representación, buscaba suprimir el democrático y legal derecho del diálogo y el pacto entre todos los partidos, también entre el Bloc y el PSOE, como así ha sido. A la vez que presentar a Francisco Camps como un angelito misericordioso que sufría y sufre una indebida persecución política y, al tiempo, ensuciar la imagen de J.V. Isach aún sabiendo que no tiene ninguna condena que pueda poner en duda su honorabilidad, es un vergonzoso acto de doble moralidad e impropio de quienes aspiran a representar y dirigir los destinos de un pueblo.

Querido lector, días después, cuando ya se ha consumado la votación de la alcaldía de Moncofa y el concejal del Bloc ha votado a un concejal del PSOE como alcalde, de nuevo me encuentro a mi vecino de la playa, el de derechas y, desde el buen rollo me dice: ¿qué te parece lo que ha pasado? Pregunta que sin margen de tiempo la respondo con un ¡Muy bien! ¡Normal! ¡Los concejales en ejercicio de su libertad y conciencia ha votado lo que ha querido! Aunque, de inmediato le comento algo así como ¡Lo que no es tolerable son los insultos! ¡Parece ser, según me han dicho, que a la madre del concejal del Bloc le han afectado de tal forma los que se pronunciaron contra su hijo que ha terminado en el hospital! Comentario, el mío, sobre el que no pudo llegar a opinar mi vecino: de momento, un ciudadano que allí estaba de espaldas y sin nada que ver con la conversación, se dirige a mi contertulio y le dice: ¡Respóndele! Mi vecino, sorprendido, nada opinaba, y ese mismo ciudadano en plan matón o perdonavidas me comenta que: ¡Ese concejal, el del Bloc, se merece la muerte! ¡Sí! ¡Que lo maten! ¡Y si eso no ha pasado es porque somos tolerantes! ¡Pero se merece que lo maten! ¡La muerte! Dicho eso se fue.

Querido lector, si el ejercicio de la política genera pasión y hasta visceralidad, el no aceptar las normas de la democracia, es decir, los resultados electorales y coaccionar la libertad de las personas, solo sirve para romper la convivencia. Cuidado, esa actitud es peligrosa y pertenece a una cultura del pasado, la de la guerra civil. Por ese camino no hay futuro. H