Fin de semana de tomas de posesión con las varas de mando aferradas y los juramentos y promesas por su honor, por imperativo legal y hasta por los trabajadores con una peineta de la señora Gallén incluida (gesto soez muy poco propio de su señoría) a los indignados. Los trabajadores no están de moda y menos los parados, que son muchos más. La primera en la frente. Decreto ley para una reforma laboral sin consenso que nos hunde más en la miseria. Claramente se inclina la balanza hacia la patronal. En un país donde el desempleo sigue creciendo de forma alarmante, donde las ayudas a los parados se acaban, donde los desahucios se amontonan y la desesperación laboral ya se ha adueñado de la situación, se aprueba una nueva reforma que no crea empleo sino que facilita aun más el despido. No se incentiva la creación de empleo y se premia el despido si se prevé pérdidas transitorias en la empresa agilizando vergonzosamente aun más los expedientes de regulación de empleo. Flexibilidad interna como alternativa al despido. O pones el culo, con perdón, o te vas a la calle. Dinamizar las negociaciones perjudicando al obrero que ya no sabe para dónde tirar. Si la empresa tiene dificultades (nosotros también las tenemos por si le interesa a alguien), podrá ajustar los salarios por debajo de los del sector. Una puñalada más para matar el poco trabajo que queda. ¿No sería mejor incentivar las contrataciones? ¿Por qué no ayudar al trabajador y al parado, que al fin y al cabo es el único que se está comiendo la crisis? Ayudas a la banca, a la empresa y qué más. Más valdría que el PSOE se quitara la gran “o” de obrero de sus siglas, lo digo yo por lo de la coherencia política y esas cosas. H