Camps fue entronizado en un pleno que ni sorprendió ni abrió puertas al futuro de estos próximos cuatro años para la sociedad valenciana. Porque más allá de usar, como siempre, la excusa de señalar a Zapatero, no dijo nada interesante para el interés general. Sin programa, sin compromisos. Sin cambios. Y con las mismas caras, aunque con distintos nombres, sentadas en los escaños autonómicos. Una fotografía fija que la victoria electoral no va a llenar de colores porque la justicia avanza y sentará en el banquillo a unas cuantas señorías.

Camps no habló de cómo va a combatir las densas listas del desempleo en esta comunidad tan castigada y con competencias autonómicas en esta materia. No dijo nada sobre la mejora de los servicios públicos que son también competencia del Consell. No transmitió soluciones ni confianza, a pesar de ser los gritos de guerra de la derecha en este país. Su discurso es la monotonía de los gobernantes saturados de poder y de gloria, esos que, además, no tienen quien les escriba.

Camps no dibujó espacios para la esperanza socioeconómica y cultural de esta tierra.

No explicó, por ejemplo, cómo apoyar a Castellón, cómo poner en valor estas comarcas y sacarlas del tren de cola donde estamos condenados a sobrevivir gracias a las inversiones de la Generalitat con respecto a las otras dos provincias.

Necesitamos muchos años de atención económica para subsanar tanta desidia y abandono. Y sumemos que la balanza autonómica peca de despilfarro. Más de lo mismo, más cinismo, más ineficacia y, además, sin derecho a réplica, porque esta legítima acción de responder no se contempla en la hoja de ruta de estos gobernantes.

Les dejo parte de las reflexiones del juez Garzón en el artículo Indignadanos, que está llenando las redes sociales. “Los acontecimientos de estas semanas nos enseñan que nada es inmutable y que muchas cosas se pueden y se deben cambiar a partir de experiencias muy distintas y de expresiones coincidentes de rebeldía y protesta, de responsabilidad y compromiso”. H