Los artículos de opinión, según dicen las normas de estilo periodísticas, no deben redactarse en primera persona, aunque no puede haber más impronta personal que la de verter el parecer de uno, sobre cualquier tema: político, religioso, cultural, científico, social… Pero en este caso, voy a hacer una excepción, porque en este texto pretendo llevar a cabo dos acciones casi simultáneas: una de gratitud y otra de despedida.

Quiero empezar diciendo que he recibido con satisfacción, no exenta de responsable preocupación, el nombramiento de directora general de Educación y Calidad Educativa, cargo que me obliga a dejar el acta de concejala y abandonar la delegación de Educación, Igualdad y Turismo en el Ayuntamiento de Castellón. Estoy orgullosa y agradecida por el nombramiento, pero la despedida es agridulce.

En este momento del adiós a la casa consistorial, vienen a mi mente muchísimos recuerdos, de trabajo, proyectos, esperanzas, vivencias, dificultades, éxitos, también fracasos, momentos felices, otros de tensiones..., que componen la tarea diaria de un político que asume su papel con ilusión y con afán de servicio a su pueblo y a sus vecinos. No puedo olvidar que entré muy joven en el ayuntamiento y que veía a la mayoría de mis compañeros de corporación como personas experimentadas, con una capacidad en el quehacer que yo admiraba, ya que, inicialmente, era incapaz de dar un paso sin consultarles.

No puedo olvidar el afecto y la consideración con la que me acogieron el alcalde, Alberto Fabra, y el entonces vicealcalde, Javier Moliner, quienes potenciaron mi autoestima, incrementaron mi ánimo y mi seguridad en el trabajo. Junto con ellos, con algunos de mis compañeros de equipo de gobierno, he conseguido granar no solo una relación de compañerismo, sino lo que es mucho más importante, una amistad sincera y grandes momentos de complicidad. Las dificultades a las que nos hemos enfrentado en una legislatura difícil, singularizada por la crisis, se han hecho más llevaderas precisamente por el buen ambiente generado. A todos gracias por su amistad, afecto y ayuda. Porque pienso que si he podido tener algún éxito, ha sido fruto de una labor común. Y también a todos, perdón, porque soy consciente que han tenido que aguantar inexperiencias, errores y alguna que otra rabieta. Pero quiero pensar que en el balance final, todos podemos estar satisfechos, yo por lo menos voy a recordar siempre a esta etapa, como una de las más bonitas de mi vida. A partir de ahora el Ayuntamiento será para mí mucho más que un edificio, siento en él el palpitar del corazón de la ciudad.

Junto con mis compañeros han sido muchas las personas y las instituciones con las que he tenido la oportunidad de trabajar. De todos he aprendido: de quienes me ayudaron y de quienes me criticaron, porque siempre procuré pensar cuando se planteaban opiniones distintas a las mías, que tal vez pudiera ser yo la que estuviera equivocada. Sirva lo que he dicho en el párrafo anterior: gratitud sincera y sentida solicitud de indulgencia.

La responsabilidad al ocupar un nuevo puesto en el área de la Generalitat me obliga, de entrada, a darle las gracias a Carlos Fabra, al president Francisco Camps y al conseller José Císcar, por la confianza depositada en mí. Espero no defraudarles y sí les puedo asegurar que aportaré ilusión, esfuerzo y trabajo dado que no pienso ponerme el reloj en la muñeca a la hora de entrar en el edificio de la avenida Campanar.

Tengo una asumida vinculación con el área de educación dado que trabajé en Conselleria algunos años y luego me hice cargo de las competencias de educación en al Ayuntamiento. Sé lo que supone y lo que obliga esta área. Estamos en momentos difíciles de presupuesto, pero tan importante como los recursos económicos lo son la dedicación, la voluntad, el empeño y la creatividad. No quiero regatearlos, sobre todo en una tarea de la que depende el futuro de las nuevas generaciones de valencianos y valencianas. Quisiera estar a la altura del reto y no economizaré sacrificios para lograrlo.H