Querido lector:

Uno puede ser religioso o no, pero a nadie le gusta que le quiten una cosa que considera suya, tampoco en el ámbito de los símbolos religiosos. Y es lo que parece que ha pasado con la beata de Castellón. Un asunto en el que hasta el obispado de la diócesis ha denunciado desconocimiento, falta de información y si me apuran alevosía por parte de las monjas Capuchinas.

Esta orden, como saben, sin casi religiosas en Castellón para habitar y cuidar adecuadamente el céntrico convento de la capital de la Plana, ha comenzado ya el traslado interno de enseres y demás a otro convento en Barbastro.

En puridad todo lo que hay en este edificio pertenece materialmente a la orden religiosa, también los restos de su beata, la única beata de la ciudad, que ya han partido para la ciudad aragonesa. Pero hete aquí que lo han hecho sin avisar, casi a escondidas, según ha confirmado el propio obispado, al igual que con algunas obras de arte menores. Y claro, las monjitas han tocado hueso al zaherir el patrimonio de los símbolos y por tanto el sentir de los fieles de una ciudad que no quiere perder a su beata y que no ve con buenos ojos la pérdida y mucho menos de esta forma.

Al respecto, hay que decir dos cosas más. Que cuando finalice, o las Capuchinas quieran romper, el convenio por el cual el mayor tesoro pictórico de Castellón --los zurbaranes-- está a cargo y protección de la sociedad pública Castelló Cultural podrán hacer lo mismo, llevárselo y los castellonense quedarnos con cara de tontos. Y que si esto ocurre, al igual que ha pasado con los restos de la beata, nuestras autoridades culturales pondrán la misma cara de bobos que han puesto cuando Mediterráneo les comunicó la pérdida. A ver si se ponen las pilas.