“La muerte está tan segura de la victoria final que está dispuesta a darnos toda una vida de ventaja”. Supongo que he oído esta frase y que se debe atribuir a alguien famoso. El no saber el autor, si es que lo tiene, no debería ser un obstáculo para poderla citar para reflexionar sobre ello.

Esta frase conlleva una parte trágica: el final va a ser inevitablemente la muerte. Todos lo sabemos y nadie puede escapar a ese inevitable final. Pero al mismo tiempo, la frase contiene un cierto sentido del humor. ¿Qué vamos a hacer con el tiempo disponible?

Desgraciadamente se producen desgracias, accidentes y catástrofes que nos hieren profundamente. Como consecuencia hay que pasar inevitablemente por una etapa de duelo. Hay que trabajar el duelo para no quedar anclado en él. El duelo puede durar un tiempo razonable. Pero no debería durar toda la vida.

Desgraciadamente hay personas que por razones diversas prolongan su duelo durante toda la vida. Y esto tiene mucho que ver con contagios emocionales provocados por contextos sociales que se caracterizan por climas emocionalmente tóxicos.

Pensemos en la célebre obra de teatro La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Se muere el pater familias y a partir de este momento va a haber duelo riguroso durante años en los cuales las hijas jóvenes casi no van a poder salir de casa. Les va a pasar lo mejor de la juventud en duelo profundo. El clima social así lo impone. Es una época que afortunadamente está superada en muchos sentidos. Pero en aquellos momentos nadie se atrevía a desafiar ciertas tradiciones. Actualmente podemos tener otras presiones a las cuales nos cuesta enfrentarnos. Una de ellas es el factor tiempo en la vivencia del duelo. ¿En qué medida se alarga el dolor porque es lo que corresponde en el contexto social?, ¿por qué razón me siento culpable por algo que no he hecho?, ¿es lícito acortar el tiempo del duelo?

Cada uno debe responder a estas preguntas sinceramente. Sin presiones sociales. Pensando que cada uno tiene derecho a su bienestar mientras dure la vida. Y sobre todo teniendo presente que razones para amargarnos la vida siempre nos van a sobrar. Lo difícil va a ser construir el bienestar personal y social a pesar de todo.

¿Merece la pena esforzarse en construir el bienestar, a pesar de todo? Creo que sí. Y hay múltiples razones para ello. Algunas de las cuales comento a continuación.

Investigaciones en el campo de la medicina y de la psiconeuroinmunología han llegado a la constatación de que los estados emocionales pueden alterar la respuesta inmunitaria. Es decir, el estado emocional puede afectar al desarrollo (curación o empeoramiento) de muchas enfermedades. Las emociones negativas disminuyen las defensas del sistema inmunitario, mientras que las emociones positivas aumentan las defensas. Una implicación inmediata de esta constatación es la importancia de fomentar la experiencia emocional positiva y en contrapartida procurar reducir las emociones negativas en la medida de lo posible. Esto tiene efectos sobre la salud física y psíquica. Es decir, para mantener nuestra buena salud, merece la pena esforzarse en superar cuanto antes las emociones negativas y hacer lo posible para construir experiencias que generen emociones positivas.

La importancia de las emociones positivas en la salud es una justificación del énfasis que se está poniendo en clínicas y hospitales para cambiar los estados emocionales. Se trabaja con niños enfermos de cáncer, a veces en estado terminal, para generar en ellos emociones positivas, a pesar de todo. Así, por ejemplo, en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, el colectivo Pallapupas realiza experiencias muy interesantes en este sentido. En el Hospital de la Vall d’Hebron (Barcelona), el Màgic Andreu introduce la magia con humor. Estas acciones tienen el objetivo de que los niños superen el miedo al hospital y a la enfermedad a través de experiencias de juego, ilusión y risa. Es un cambio emocional que puede influir significativamente en el desarrollo de la enfermedad. La experiencia pionera de estos hospitales se denomina child life y se consideran como de las mejores del mundo. Esto es un fundamento de lo que queremos argumentar en este texto.

“Las actitudes positivas ayudan”: una persona entusiasta y con actitudes positivas estimulan reacciones del organismo que ayudan a conservar la salud. La actitud positiva, el entusiasmo, y en definitiva las emociones positivas, pueden ser un factor de prevención de ciertas enfermedades y un factor que acelera su curación.

Conviene dejar claro que las emociones negativas son inevitables. En cambio las positivas hay que buscarlas, y aun así a veces no se encuentran. La inevitabilidad de las emociones negativas debe llevar a regular sus efectos, desarrollando competencias emocionales. Las competencias emocionales, por otra parte, ayudan a desarrollar emociones positivas. En conclusión, las emociones negativas son inevitables. El contexto nos predispone a ello. Y en ciertos contextos sociales todavía más. Hay argumentos que justifican dedicar esfuerzos en construir emociones positivas, a pesar de todo. Esto tiene unos efectos positivos sobre la salud y sobre el bienestar personal y social. Tal vez la mayor manifestación de inteligencia sea la capacidad de contribuir al bienestar, a pesar de todo.

La presente temática es uno de los tópicos abordados en el VI ciclo de conferencias de psicología y desastres. Dicho ciclo, organizado por el Observatorio Psicosocial de Recursos en Situaciones de Desastre (Opside) de la Universitat Jaume I, se está celebrando en la Fundación Ruralcaja de Castellón los días 10, 17 y 24 de mayo y se enmarca dentro de las acciones que el Opside realiza en materia de sensibilización y formación a la población. H