Querido lector, he de confesar que durante los últimos años vengo observando comportamientos políticos, declaraciones, etc., que rayan con la irracionalidad o, si prefiere, con la falta de sentido común. Actitud ésta que, supongo, no lo sé muy bien, tiene que ver con el hecho cierto de que aquí, en el País, el Valencià, claro, manda el PP con mayoría absoluta desde hace muchos años y, posiblemente por eso pierde rigor, autocrítica, aparece la prepotencia, la arbitrariedad, etc. O, también es posible, digo yo, porque el PP a nivel estatal y para desgastar a Zapatero y conquistar el poder político ha venido ejerciendo lejos de la ética política y empleando el todo vale. Lo cierto es que quienes por ser representantes del pueblo tiene la obligación y la responsabilidad de hacer las cosas bien cuidando el bienestar e interés común de personas y territorio, se montan en posturas que solo tienen que ver con la propaganda y un, por exagerado impropio, interés partidista. Así, por ejemplo: es público y notorio que con malas intenciones se ha dejado pasar la campaña electoral (de las generales) sin explicar el drama que se quería armar con el Estado de bienestar y la reforma laboral. Al mismo tiempo, en boca de muchos por pasiva y por activa, se afirmaba desde la mentira que si votaba al PP se ganaría la confianza de los mercados y bajaría la prisma de riesgo. Además, últimamente, un ministro y un conseller han intentado convencernos de que aumentar el ratio o número de alumnos por aula era algo bueno para la calidad de la enseñanza. Encima, estos días nos hemos enterado de que quienes acusaban de todos los males a Zapatero y su herencia escondían que sus autonomías (Comunitat Valenciana, Madrid, Castilla y León), esas que se utilizaban como ejemplo de buena gestión, ocultaban desviaciones millonarias en ingresos y gastos que disparan el déficit público. Pero, por encima de todos estos pronunciamientos, siempre aparecía y aparece aquello de utilizar la mala financiación autonómica del País, el Valencià, claro (que en origen es cosa de los gobiernos de Aznar y que Zaplana y Camps fueron obligados a tragar), para acusar a Zapatero y justificar la mala gestión y el despilfarro, etc. Declaraciones y comportamientos que, repito, duelen y asustan al alejarse de la realidad, la sensatez y el compromiso que reclama el ejercicio de la política democrática y la delicada situación de nuestro País, el Valencià, claro.

Pero, lo peor es que aún haciendo un esfuerzo por mirar el futuro con esperanza y sin sectarismo, y aún queriendo abrazar al adversario como si fuésemos hermanos del alma, uno tiene la impresión de que el mal no acaba y nos sigue alcanzado. Comentario que viene a cuento porque, estos días, cuando al conseller de Economía, Industria y Comercio, a Máximo Buch, le preguntan por la mala fama que tiene entre los mercados y banqueros el Consell del País, el Valencià, claro, la respuesta fue que nos tienen manía. Es la manía, siempre según el conseller, que se le suele coger al mejor, al que se le tiene envidia por su excelente reputación ¿Qué te parece querido lector? La respuesta que se merece es fácil: no es envidia, es que nos conocen y no se fían. Saben que tenemos la deuda (respecto del PIB) más alta de España. Saben que el modelo productivo es un desastre que solo se cimienta sobre mano de obra barata no cualificada y un urbanismo contaminante, depredador de la natura y no sostenible. Saben que la deuda con las universidades es inmensa y legendaria. Saben que nuestro fracaso escolar es el más alto de España. Saben... Saben, sobre todo, que, en estos momentos, al frente del entramado hay políticos que no afrontan la realidad, que no vinculan a la sociedad con la tarea urgente y común y que viven de una chulería y una propaganda improductiva ¡Sí! Así es que, como se puede ver, el mal aún nos alcanza. H