En Pentecostés celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, la Virgen María y el resto de las mujeres presentes en el Cenáculo. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”, dice el libro de los Hechos. Fortalecidos por el Espíritu, los Apóstoles superan el miedo y el respeto humano, y salen a anunciar por las calles de Jerusalén a Jesucristo, muerto y resucitado. Comienza así en la Iglesia la tarea permanente de la evangelización. Desde el día de Pentecostés, nadie ni nada podrá frenar el ardor evangelizador de Pedro, de los demás apóstoles.

“Apóstoles para una nueva evangelización” es el lema del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que celebramos en Pentecostés con toda la Iglesia en España. Todos los cristianos, injertados en Cristo e incorporados a la Iglesia en virtud del bautismo, recibimos la plenitud del Espíritu Santo en la confirmación. El Espíritu Santo nos da la fuerza para el miedo y nos impulsa a proclamar por doquier la buena noticia de la salvación de Dios en Cristo.

No olvidemos que el Señor, antes de enviar a sus discípulos en misión hasta los confines de la tierra, los llamó a estar con él para conocerle, amarle y seguirle. Lo mismo sucedo hoy.

La misión de ser testigos del Evangelio está confiada a toda la Iglesia y a todos los bautizados. A los fieles laicos les corresponde sobre todo “la evangelización de las culturas, la inserción de la fuerza del Evangelio en la familia, el trabajo, los medios de comunicación social, el deporte y el tiempo libre, así como la animación cristiana del orden social y de la vida pública nacional e internacional” (Juan Pablo II).

Pentecostés llama a la entrega total a Dios, para vivir y confesar en privado y en público la fe en Cristo resucitado, sin miedo, sin tibieza, sin dejarse llevar por la ola de indiferencia religiosa u hostilidad hacia el cristianismo. Los cristianos hemos de vivir con mayor estima y coherencia la propia vocación cristiana en la comunión y misión eclesial, que se muestra y verifica en la comunión con los pastores. Pentecostés nos llama a arraigar y crecer en la fe, a implicarnos en la vida y en la misión evangelizadora de nuestra Iglesia. No estamos solos. El Señor resucitado cumple su promesa: Él nos precede y acompaña siempre con la fuerza del Espíritu Santo. H