Muchos ayuntamientos, sobre todo, los pequeños, multiplicarán su población con motivo de la llegada en verano de originarios que emigraron para ganarse la vida. Estos municipios reciben con alborozo la llegada de sus nuevos pobladores a quienes ofrecen, además de las tradicionales fiestas y festejos taurinos, servicios como la piscina, polideportivo y hasta cines de verano.

Me pregunto este año ante el endeudamiento municipal cuántos ayuntamientos renunciarán a abrir su piscina. Muy pocos. Todos querrán tener su piscina, su frontón y sus pistas de pádel aunque estén semivacías. Un alcalde de una población de 50 habitantes me aseguraba que su piscina era rentable, entre otras razones, porque la relación precio-calidad respecto a pueblos limítrofes la hacía competitiva y, por tanto, atractiva para sus vecinos colindantes. No le faltará razón, hará sus números con el fin de que el mantenimiento y pagos por servicios complementarios no le supongan un agujero en su presupuesto, pero estoy seguro de que muchos primeros ediles optarán por abrir la piscina para no defraudar a sus vecinos. Faltaría menos.

Si es tan delicada la economía de los ayuntamientos, habrá que estudiar fórmulas imaginativas. Pongamos el caso de municipios cercanos. Este verano uno podría abrir la piscina, otro el frontenis, un tercero, las pistas de pádel, así, hasta un largo etcétera de servicios. Incluso, entre todos los municipios, con el apoyo de la Diputación, ofertar un servicio especial de transporte público para facilitar el desplazamiento de los usuarios. Es una manera de afrontar los problemas y cosas como estas son las que deberían discutir en los congresos provinciales de los grandes partidos. H