No hace falta ser del Barça. Ni siquiera tener afición al fútbol. Solo hace falta ser espectador de la vida para que te guste Pep Guardiola. Sin duda ha hecho historia en términos estrictamente profesionales y deportivos. La acumulación de títulos resulta, sencillamente, inigualable. 14 en cuatro años como entrenador del primer equipo constituye un palmarés excepcional. Y, sinceramente, pudieron ser más. Los argumentos futbolísticos desplegados en el campo esta misma temporada en la semifinal de la Champions merecían un desenlace distinto. El Chelsea solo pudo vencer a los de Guardiola mediante una suma de infortunios que recordaremos durante muchos años. Pero el fútbol es fútbol como dijo Johan Cruyff.

Y, en el fútbol, como en cualquier otro ámbito de la vida, pueden suceder cosas que trascienden lo normal. Por supuesto que sí. Más allá de las frivolidades y descontando los aspectos circenses, el fútbol puede y debe transmitir valores universales que ejemplifiquen códigos y comportamientos individuales y colectivos ligados a mensajes positivos y edificantes. Y ahí es donde Pep ha situado la excelencia de su trabajo y su manera de entender el deporte y el juego. La prensa deportiva nacional e internacional ha glosado todos sus atributos técnicos así como el perfil de su carácter. Aquellos que lo hemos seguido desde que era recogepelotas del Camp Nou podríamos exclamar: ¡se veía venir! Su paso por el fútbol --confiemos en un pronto regreso en calidad de lo que quiera-- encarna un compromiso singular con la honestidad. Es como si hubiese solución de continuidad entre su conocida afición por la poesía de Martí i Pol y el relato de un pospartido. Es el universo Guardiola. Una ética y una estética que convergen magistralmente.

Serrat le dedicó una canción a otro mito blaugrana, Ladislao Kubala. Alguien hará lo propio con el de Santpedor y, probablemente, describirá la admiración y los afectos que ha despertado en más de una generación el mejor entrenador del mundo. Si, como diría Valdano, los deportistas son --a falta de otros mitos-- los héroes de este tiempo en una sociedad hastiada de todo, Guardiola suma y convoca las mejores vibraciones en ese sentido.

El fútbol es un deporte universal cuyas emociones cruzan el planeta. El fútbol es potencialmente algo tan grande porque puede unir a gentes tan dispares como distantes geográfica y socialmente. Desde cualquier barrio marginal en cualquier país africano, sudamericano o asiático hasta los palcos de las tribunas de los mejores estadios europeos. Pero lo destacable no es eso. Lo bello es que pueda haber gente que, desde el fútbol, dignifique la convivencia y nos recuerde que en el deporte de competición, junto a la gloria, debe caminar el honor. Gracias Pep. H