Vergüenza contra dinero es una consigna del Caribe, desde los tiempos del cubano Chibás, del puertorriqueño Muñoz Marín o del dominicano Juan Bosch. Una declaración de principios que no evitó la compra masiva de cédulas, de votos, el clientelismo, transfuguismo y el fraude electoral que se vivió el 20M en la República Dominicana.

Aún no se han podido cotejar las actas oficiales de unas elecciones cargadas de miedo y represión, donde el dinero, las fuerzas armadas y la policía estuvieron al servicio del partido y del candidato del Gobierno. En la Junta Central Electoral vivimos, la noche de aquel domingo, el surrealismo de la suspensión del sistema informático. Las pantallas dejaron de emitir datos, entones favorables al PRD, para ofrecer a la prensa, delegaciones políticas y observadores internacionales una película y un show musical de Raphael y el mexicano Vicente Fernández. Tras varias horas, y con solo un 8% escrutado, se anunció el triunfo absoluto del candidato del PLD. Fue el escrutinio a puerta cerrada, de una Junta Electoral integrada solo por representantes oficialistas. Nadie ha podido acceder a los datos oficiales.

Y a partir de ese momento se puso en marcha la maquinária del miedo y la propaganda. Evitar una supuesta revuelta ciudadana, o acciones legales del partido derrotado, motivaron una cadena de mentiras, amenazas y represión que vació las calles del país. Incluso, cuando el candidato del PRD, Hipólito Mejía, ofreció un discurso lleno de responsabilidad cívica, se produjo en todo el país un apagón eléctrico de varios minutos, justo lo que duraron sus palabras.

Vergüenza contra dinero es un lema de vigencia, no solo en la otra orilla del mundo. Acá, en este pequeño país mediterráneo, he encontrado a mi regreso un escenario similar al saber de las nuevas fechorías, descaros y bandolerismos de las tramas Blasco, Noos, Fabra, Gürtel, sumando la represión del alcalde de Segorbe, o el nido de ratas que se ha destapado en Bankia, Bancaja, donde se socializan las pérdidas pero se privatizan los beneficios. ¡Vergonya, cavallers, vergonya! H