No es de extrañar que una sociedad antigua y cerrada como la vaticana ande envuelta en intrigas. La lucha por el poder desatada hace unos meses coincide, y no es casualidad, con lo que apunta a fin de reinado de un Papa anciano y achacoso. La detención del mayordomo del Pontífice, acusado de filtrar documentos, parece sacada de una obra de Agatha Christie, pero la realidad dentro de las murallas vaticanas es menos ingenua y mucho más retorcida. Por ejemplo, el despido fulminante del presidente del banco vaticano IOR permite todo tipo de interpretaciones maliciosas.

En la lucha por el poder que se desarrolla sobre la tumba de San Pedro aparece una figura central en la que convergen las iras de un sector de los intrigantes. Se trata del secretario de Estado y número dos del Vaticano, Tarcisio Bertone. Cuando se dispara tan alto es que hay mucho en juego. Los protagonistas de la intriga tienen nombres italianos. La silla de Pedro lleva 35 años ocupada por un extranjero. Es de suponer, pues, que lo que se está dirimiendo es una sucesión italiana. La existencia de tres investigaciones simultáneas indica la gravedad y plantea una pregunta a los creyentes: ¿dónde queda el Evangelio?