La famosa máxima “lo último que se pierde es la esperanza” carece de su hermoso sentido para todos los colectivos de personas con discapacidad y mayores dependientes donde gobierna el Partido Popular. Desde que llegan “ellos” a los sillones de poder, “la esperanza es lo primero que se pierde”. Su negro designio es transparente como un lago de alta montaña. Por ello, sin el menor miedo a equivocarme, vaticino, hoy y aquí, que los distintos gobiernos autonómico, provinciales y locales del PP no pagarán ni un solo euro a las asociaciones de discapacitados. No pagaban en tiempos de bonanza y vacas gordas, ¿cómo van a pagar en plena crisis? Si no les ha importado que hayan muerto miles de dependientes sin alcanzar a percibir los beneficios de la Ley de la Dependencia, ¿cómo les va preocupar que se queden sin centros de atención los paralíticos cerebrales, los síndrome Down, autistas, enfermos mentales, deficientes psíquicos medios o severos, etc.? Se acabó la pantomima paternalista; se desprende la falsa careta. En Castellón se acabó el transporte adaptado gratis, la playa adaptada… Volvieron las barreras, la desigualdad, el abandono…

De igual modo que ocurrió con el crucero Costa Concordia, el embarrancamiento y hundimiento de la “nave del bienestar” social valenciana tiene responsables con nombre y apellidos; allí, el capitán, Francesco Schettino, aquí Alberto Fabra y el resto de sus correligionarios gobernantes. Pero esa responsabilidad no va a quedar impune. Nos hemos cansado de reivindicar que se acabasen las ayudas y subvenciones “graciables” en función de la veleidosa “bondad” del dirigente de turno; ahora sufrimos las consecuencias de no conseguirlo.

¿Quién podrá consolar la desesperación de todos esos miles de padres que ven cómo el futuro de sus hijos dependientes queda sin la más mínima seguridad de cuidados y atención? Recuerdo ahora la frase de aquella madre: “solo deseo que mi hijo muera antes que yo”. Hay que conseguir que ninguna madre tenga motivos para repetir esa patética frase. H