Querido lector:

Si las previsiones se cumplen, la ciudad de Castellón después de casi dos décadas logrará tener un centro urbano de tráfico blando o sin tráfico, un centro prácticamente peatonalizado, orientado al pequeño comercio y únicamente vertebrado por el transporte público. Es lo que en los debates políticos y ciudadanos de los años 90 se erigió como el modelo de ciudad deseable, imitando al de ciudades europeas de parecido tamaño o al de algunas españolas que ya lo han alcanzado, como Vitoria o Pamplona.

El plan de ciudad en aquellos años tenía cuatro variables a desarrollar, correspondientes a cuatro carencias endémicas de la capital. Planificar ensanches que sean racionales para el crecimiento urbano, construcción de las rondas de circunvalación exteriores, construcción de párkings subterráneos, públicos y de residentes, y peatonalizar el pequeño centro histórico en aras a la potenciación de un centro comercial abierto destinado a la clase comercial tradicional de Castellón.

Ahora, tras casi 20 años de más o menos velocidad en esta planificación --con numerosas ramificaciones como la construcción de edificios emblemáticos carentes en Castellón, tipo el Auditori--, se ha entrado en la fase final. El paso del Tram, según el ideario municipal, supondrá el impulso para culminar esta última fase, la peatonalización del centro (tipo calle Enmedio o Alloza), su embellecimiento y su paso definitivo hacia un centro comercial. Una última fase además que no financia la ciudad, que no conlleva contribuciones especiales como antaño y que supone una inyección de trabajo de obra pública en época de crisis. Eso sí, durante un tiempo con molestias comerciales y de tráfico. Un tiempo que deberá ser lo más breve posible.