Un día, hace muchos años, una alumna me preguntó con inusitado interés (acababa de asistir a una clase de filosofía) qué era aquello de la “nada” y de la “metafísica” a la que yo me había referido. Pues, bien, tan sorprendido como ella, le respondí con una sonrisa mezcla de incredulidad y broma: “Mira, le dije, es como un cuchillo sin mango al que le falta la hoja”. Perpleja, me miró todavía con mayor escepticismo y se fue. Yo quedé con cierto mal sabor de boca y una sensación de ridículo. Al día siguiente, me disculpé, ¡qué menos!

Sin embargo, con el paso del tiempo la frase me resultó interesante y hasta, con cierta convicción, creí que era mía… aunque, por lo ingeniosa, recapacité y me dije que sería de otro. Pasaron los años y hace poco tuve la ocasión de repetirla en una tertulia de amigos, advirtiendo de la paternidad ignorada del autor --no quería arrogármela yo--, mientras uno de los contertulios, atento a su móvil multiuso, rincón del vago incluido, se dedicó a desvelar el secreto tanto tiempo guardado en mi memoria y ahora discretamente enlatado. La frase, dijo con la solemnidad de quien acaba de descubrir el primer ¡eureka! de Arquímedes, es de Georg Christoph Lichtenberg. Injusta decepción, aunque justa liberación. Al menos, el hijo tenía padre reconocido y no solo adoptado durante tantos años por mi; eso, sí, inconscientemente.

Encontré en aquel autor otros aforismos derivados o transformados: “La nada, decía uno de ellos, es como una mesa sin patas que carece de tablero”. Las variaciones puede encontrarlas fácilmente el lector. Incluso algunas son de rabiosa actualidad en la que el cúmulo de historias que nos cuentan, especialmente económicas, conceptos que ignoramos, medidas que se pretende tomar, etc. nos sumen en una perplejidad que bien daría cabida a una nueva y adaptada Guía de perplejos del andalusí Maimónides. Se predica la austeridad general mientras la magnanimidad hace su entrada en algunas personas y cargos, incluso en los grandes espectáculos deportivos, en las primas que se ofrecen o en determinadas entidades que no son clubes. Uno se queda perplejo por tanta incertidumbre y contradicción buscando infructuosamente el mango y la hoja para componer el cuchillo. H