La obsesión del PP por poner coto a un pancatalanismo que el propio partido es quien más alimenta vivió ayer uno de sus capítulos más grotescos con la decisión de las Cortes de Aragón de pasar a denominar lapao (acrónimo de lengua aragonesa propia de Aragón oriental) el catalán que se habla en la Franja. Con esta medida, apoyada por el PP y el Partido Aragonés, la derecha de la región no solo anula la normalización que supuso en el 2009, bajo la presidencia del socialista Marcelino Iglesias, la protección del catalán en la Franja, sino que va pretende modificar la realidad por la vía de negarla.

El catalán se habla desde tiempo inmemorial en esa parte de Aragón limítrofe con Cataluña, y ni sus habitantes han dejado de sentirse aragoneses por eso ni nadie sensato en Cataluña ha usado esta singularidad como argumento para el expansionismo. La explicación es “defender los intereses de los aragoneses” y “evitar imposiciones”, como dicen sus promotores. Quienes peor lo deben estar pasando son los propios -y numerosos- catalanohablantes de la Franja, a los que se pone en la tesitura de no saber qué responder cuando a partir de ahora se les pregunte cómo se llama la lengua que hablan. Con esta estrafalaria medida que ofende la inteligencia, el PP aragonés genera vergüenza ajena... y propia.