En 1833, Castellón consiguió la capitalidad de la provincia. Cuatro años más tarde, se procedió a levantar un muro para defender la ciudad de las amenazas carlistas. La nueva construcción defensiva no se limitaba a rodear la antigua villa medieval, sino que también pretendía proteger los arrabales. Al oeste de aquella muralla liberal, se proyectaron las rondas de la Magdalena y del Mijares, con el fin de que se convirtieran en el nuevo trazado del camino real que unía Valencia con Barcelona. En el lugar donde se iniciaban las dos rondas y finalizaba la calle Calvario (actual Zaragoza), surgió un gran descampado sin ningún aliciente para que nuestros antepasados se decidieran a fijar en él su residencia.

Con la llegada del ferrocarril en 1862, la construcción del paseo de Ribalta en 1869 y el del Obelisco, en 1876, aquella enorme explanada, probablemente la mayor de Castellón durante el último tercio del siglo XIX, se utilizó para albergar todo tipo de solemnidade. El día 3 de diciembre de 1891, el Ayuntamiento presidido por Mariano Madramany Ferrer, acordó que el enclave pasara a denominarse Plaza de la Independencia. La Plaza de la Independencia continuó siendo el lugar donde se llevaban a cabo los actos más solemnes y multitudinarios; por ello, fue elegido para coronar a la Verge de Lledó el 4 de mayo de 1925. Se cumplen ahora 89 años de aquel día. Al solemne acto asistió una gran multitud que ocupó, además de la plaza, la calle Zaragoza, el paseo de coches del parque de Ribalta y los primeros tramos de las rondas de la Magdalena y del Mijares.

Dos años más tarde, el alcalde Salvador Guinot, anunció la instalación de una espectacular farola de hierro forjado. El monumento se diseñó y construyó en el taller de José María Sáez López y se convirtió, de manera inmediata, en uno de los emblemas de la ciudad. Dos años más tarde, el Ayuntamiento licitó la elaboración y colocación de una placa de mármol, en el basamento de la Farola, con la inscripción conmemorativa de la Coronación de la Verge de Lledó. Sin embargo, no fue demasiado larga la vida de aquella lápida, puesto que en 1930 fue destrozada.

Un año más tarde, el primer Ayuntamiento de la República, acordó cambiar el nombre de la plaza por el de Ángel García Hernández y, posteriormente, el 31 de diciembre de 1940, el Ayuntamiento acordó reponer el antiguo nombre de Plaza de la Independencia. Sin embargo, los castellonenses siguen conociendo la plaza como de la Farola ya que el monumento levantado en la misma, con ocasión de ser coronada nuestra patrona, la Verge de Lledó, se ha convertido en uno de los símbolos de nuestra ciudad. H

*Escritor