En su último mandato, los presidentes de EEUU intentan dejar su huella queriendo resolver el problema de la diplomacia internacional más espinoso y más prolongado en el tiempo, el conflicto palestino-israelí. También Obama le está dedicando grandes esfuerzos y para ello ha enviado a la zona a John Kerry seis veces en otros tantos meses. El resultado de este ir y venir del secretario de Estado es el inicio ahora de unas conversaciones entre israelís y palestinos, las primeras desde que el último intento se interrumpió en el 2010. ¿Será esta la buena ocasión? De entrada, las conversaciones no tienen por objetivo atajar los problemas que enfrentan a unos y otros. Deben servir solo para marcar le camino a seguir. Es decir, para elaborar una nueva hoja de ruta. Pero aun este modesto objetivo tiene graves dificultades. El acuerdo para la liberación de 104 presos palestinos previo al inicio del diálogo ha dividido al Gabinete israelí; y la Autoridad Palestina, que se encuentra en un momento de seria debilidad política, no tiene ninguna garantía de que haya un reconocimiento de las fronteras anteriores a 1967. La situación de inestabilidad en el vecino Egipto tampoco contribuye a facilitar la búsqueda de una solución. Por ello, siendo siempre positivo el diálogo, cabe dudar del resultado.