Querido lector:

El inicio del curso político del PP valenciano con la cena celebrada en Elche ha dejado bastantes cosas claras en el partido que gobierna la Generalitat, las tres diputaciones y la gran mayoría de municipios desde 1995. Algunas de las cuales van a ser determinantes en la vida colectiva que nos espera en la Comunitat.

Por un lado, el temor entre las filas populares a las repercusiones electorales de las duras políticas restrictivas que el PP está adoptando para salir de la crisis, tanto a nivel nacional como autonómico o municipal. El primer test serán las europeas y no les pintan bien.

Y por otro lado, fruto de esas inquietudes se evidencia claramente una tensión latente entre la vieja guardia campista popular representada por la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, el ministro José Manuel García-Margallo, el presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus y el amigo de la infancia de Camps, González Pons --ahora en un segundo escalón de la direccion nacional popular--, una vieja guardia, rescoldo del pasado que ha provocado los lodos actuales y que se enfrenta con aspavientos y desacuerdos públicos (sobre todo a causa de la línea roja contra la corrupción y por la austeridad económica) a la nueva dirección del PP valenciano encabezada por el Alberto Fabra y los presidentes provinciales populares de Alicante y Castellón, José Ciscar y Javier Moliner, que ya han renovado totalmente al PP en sus respectivos territorios con dominio absoluto de los aparatos de partido y con unas transiciones internas fieles a Fabra. Una transición que no ha sido posible en Valencia debido al rescoldo del presupuesto tirón electoral de Barberá y debido a la pésima gestión de Serafín Castellano frente a Rus. Dos causas a las que se une ahora la ambición de espacio de González Pons y el supuesto papel de embajador valenciano de Madrid y supuesto controler de Rajoy que se ha atribuido el ministro causante de la fracasada y denostada marca España, García Margallo.

Si a todo esto unimos una oposicion cada vez más proclive a pactos postelectorales, juzguen ustedes.