Dice mucho de Estados Unidos que la iniciativa privada haya conseguido la reapertura de monumentos cerrados por falta de recursos federales como el Gran Cañón, la estatua de la Libertad o el monte Rushmore. Pero dice más en detrimento de un sistema político que desde hace algún tiempo muestra una parálisis que es aprovechada por un pequeño sector del Partido Republicano, el Tea Party, para ejercer un auténtico chantaje sobre el país.

La Constitución de EEUU contempla toda una serie de pesos y contrapesos para evitar el abuso de una de las tres ramas del poder. Este sistema ha funcionado, pero desde hace algún tiempo han aparecido sus límites, como demuestra el bloqueo en el que se encuentra un Ejecutivo que no puede disponer de los recursos para que la máquina administrativa funcione. Sucede desde hace 13 días y hay la perspectiva de que el país no pueda hacer frente a sus pagos si el Congreso no aumenta el techo de la deuda del Gobierno. No es la primera vez que el Congreso no aprueba los presupuestos dentro de plazo, pero ahora hay una extraordinaria polarización política que todo lo contamina. Es la que ha convertido al Partido Republicano en rehén de su sector más extremista, con el pésimo efecto de romper el equilibrio de poderes.