No es la primera vez que desde esta tribuna advertimos de la revolución conservadora que está en marcha. La crisis tan solo es una coartada para activar una cruzada ideológica de un alcance que todavía no calibramos en su verdadera dimensión. Un viaje al pasado que certifica que, desgraciadamente, los derechos que se van conquistando son reversibles. Y, sí, con la excusa de la crisis, los gurús de la derecha han diseñado la desconstrucción de la arquitectura de derechos que habíamos conseguido. Lo han hecho, tal vez como condición necesaria, criminalizando a los más débiles. Ese es el precio moral que arrastra consigo el alud de reformas ultraliberales que han activado. Ahí están los constantes desprecios y desaires a funcionarios, docentes, pensionistas, jóvenes, parados, subsidiados, desahuciados, inmigrantes, dependientes, becarios, estudiantes, etc… Todos aquellos colectivos que, según el poder, han vivido por encima de sus posibilidades.

Necesitaban culpables para urdir su engominada revolución. En la diana, los más indefensos. De entre todos los afectados, hoy quisiera exponer el drama de los colectivos sociales que padecerán los efectos del copago sanitario y farmacéutico. Discapacitados, dependientes y enfermos crónicos que cruzarán de lleno el umbral de la miseria. He conocido en los últimos meses el pavoroso testimonio de muchos de ellos y, sinceramente, este Gobierno tiene que rectificar.

Hacerlo es de sabios. En nuestra Comunitat, con un 30% ya de exclusión social y con un índice de pobreza sustancialmente superior a la media española, no podemos soportar más golpes bajos.

El copago es un repago porque nuestro estado social ni lo financian los bancos ni los ricos ni los evasores. Nuestro estado social lo financian, fundamentalmente, las rentas del trabajo y los asalariados. Esta es una certeza matemática. Y digamos más: la sociedad española aceptaba de buen grado que sus impuestos fuesen redirigidos hacia las políticas de cohesión y de solidaridad, entre personas y generaciones.

Ese es uno de los grandes atributos morales de nuestro país. Somos razonablemente solidarios y aceptamos la discriminación positiva a favor de los segmentos sociales más desfavorecidos. ¿Por qué cargar contra ellos ahora? ¿Por qué destruir las prioridades y los objetivos sociales que hemos fortalecido durante décadas y honran la conciencia ética de este gran país? Apuntemos respuesta: por ideología. Por esa contrarreforma conservadora que lograremos parar como preámbulo de la gran reconstrucción de derechos que esta sociedad exigirá. H

*Secretario general provincial del PSPV-PSOE de Castellón