La segunda gran divergencia de voto en lo que va de año entre los diputados del PSOE y los del PSC en el Congreso es más grave que la primera, de febrero, por inesperada y porque confirma las grandes dificultades de los socialistas españoles para defender una posición propia como salida del contencioso catalán. Cuando parecía que los parlamentarios del PSOE se abstendrían, como los del PSC, en una tremendista moción de UPD contra “la falacia (sic) del denominado derecho a decidir”, las presiones del sector más españolista del socialismo inclinaron la consigna de voto del lado del sí. Al PSOE le ha podido nuevamente el temor a las tensiones internas y a ser presentado por el PP y sus altavoces mediáticos como pusilánime frente a la aspiración catalana de definir en las urnas su relación con España.

Que una formación minoritaria y con ribetes populistas como la de Rosa Díez sea capaz de hacer mella en la relación entre el PSOE y el PSC no es un buen presagio sobre el papel que se espera de Alfredo Pérez Rubalcaba en orden al acercamiento de posiciones entre el Gobierno del PP y el Govern de CiU.

La ruptura de ambos partidos, como irresponsablemente propugna Alfonso Guerra, no beneficiaría ni al PSOE ni al PSC.