En decenas de ciudades de España, una marea ciudadana ha vuelto a enviar un mensaje de descontento y disconformidad con las políticas económicas, traducidas en los Presupuestos del Gobierno de Mariano Rajoy. La variedad de las pancartas ha evidenciado la extensión del malestar al ritmo de la huella dejada por la crisis y la desconfianza ante la eventualidad de otra vuelta de tuerca laboral y social.

Las manifestaciones de este fin de semana también han reflejado el cambio de rumbo en la representación y la canalización del rechazo ciudadano que han roto las costuras de los sindicatos y los partidos. El último aviso de Bruselas no hizo sino confirmar el estado de vigilancia de la ciudadanía que, a pesar de la mejora de algunos indicadores, no percibe la salida del túnel. Y en la máxima expresión de la inquietud se encuentran las cifras del paro, para las que el Ejecutivo no parece encontrar salida. La defensa de los servicios públicos y la preocupación por el futuro pueden estar escritos en pancartas o coreados a gritos en orden y en paz como han evidenciado las movilizaciones de este fin de semana y las transcurridas, de forma mayoritaria, en otras ocasiones. Puestos a legislar, mejor hacerlo en sintonía con lo que la calle demanda.