Por estas fechas Benifassà está de aniversario. Porque fue un 23 de enero de 1233 cuando Jaume I autorizó la fundación del primer monasterio cisterciense valenciano, bajo la advocación de santa María. Tras establecerse ese mismo año los monjes en el cercano castillo convertido en ermita de Santa Escolástica, pronto comenzaron las obras y, en 1250, estaban ya lo suficientemente avanzadas como para que pudiera realizarse el traslado.

Edificado sobre el modelo de Poblet, pero sin la monumentalidad de aquel, tuvo siglos de auge y esplendor hasta la exclaustración de 1835. Con una jurisdicción señorial conformada por la Setena o Tinença que comprendía los términos de Ballestar, Bel, Boixar, Castell de Cabres, Coraxar, Fredes y la Pobla de Benifassà, sus abades eran mitrados y tuvieron asiento entre los representantes de les Corts del Regne de València por el estamento religioso.

Como explica Vicent Domènch Querol, el nombre se debe al hecho de haber pertenecido su territorio a la tribu bereber de los Beni Hassan. Un territorio alto, montañoso y frío, cubierto de bosque, al que Galdós describió como “núcleo de montes elevadísimos que llaman la Tinenza” en el que el monasterio abandonado “la torre, melancólica y sin campanas” conformaba en el siglo XIX un paisaje “ triste, poético y ensoñador”. H

*Historiadora