La historia de un club extraordinario como el Barça está llena de resonantes victorias deportivas pero también de vicisitudes más allá del terreno de juego. A este segundo capítulo pertenece la dimisión de Sandro Rosell como presidente, una situación con varios precedentes desde el año 2000 (Núñez, Gaspart, Reyna...) pero que en este caso se ha suscitado y sustanciado con gran celeridad, lo que causa estupor. Y en las explicaciones que dio ayer sobre su adiós, el presidente azulgrana mezcló asuntos personales como las amenazas y ataques que, dijo, sufre su familia desde que él dirige el club y la “injusta y temeraria” acción judicial sobre el fichaje de Neymar. Sin negligir en absoluto las primeras razones, es sin duda el asunto del contrato del joven delantero brasileño lo que ha precipitado los acontecimientos.

¿Por qué Rosell ha pasado en apenas 72 horas de reclamar al juez que le llamase a declarar, para así esclarecer la verdad, a arrojar la toalla? Es un interrogante que solo el devenir del caso en la Audiencia Nacional podrá ayudar a responder. La transparencia fue la bandera con la que la junta actual llegó al poder en el Barça, y Rosell no puede escudarse ahora en que la confidencialidad es esencial en los contratos del fútbol de élite.