Querido lector:

No debía tardar y no ha tardado la patronal del azulejo en salir al paso de la mala imagen que puede suscitar para la cerámica el hecho de que uno de los arquitectos más internacionales, Santiago Calatrava (y también uno de los más cuestionados por sus polémicos despropósitos) no tenga ni idea de cómo gestionar un recubrimiento cerámico, tal y como han demostrado con los desprendimientos de la cubierta cerámica del Palau de Les Arts de Valencia, que ha obligado a retirar la piel de trencadís del emblemático edificio.

Y Ascer ha sido clara al respecto y en el momento en que toca, los días previos a la celebración de la feria cerámica, Cevisama, donde los productores de azulejo, la mayoría de Castellón, establecen su escaparate. Ascer ha recalcado que el problema no es del material, sino del arquitecto que ha previsto su utilización sobre una superficie, el acero, de forma inadecuada y de unas empresas responsables de su construcción y de su colocación que tampoco lo han hecho como se debería hacer. Tal es así que tanto el arquitecto como las empresas están sufragando los costes de la maleza. Si no, ya les aseguro que no lo harían.

El razonamiento de Ascer, por otra parte, no es gratuito ni es una opinión puramente corporativa en defensa de la cerámica como material de exteriores, que por otra parte se trata de una utilización que por demostrada no necesitaría defensa. Esta afirmación está rotundamente ratificada por la asociación nacional que agrupa a los especialistas en la colocación de revestimientos cerámicos. Proalso, que viene a confirmar la realidad de las cosas. Que la culpa no es del material cerámico sino del acabado durante la ejecución de la obra a causa del mal procedimiento del arquitecto y de las empresas ejecutoras, un mal acabado al que hay que añadir la falta de responsabilidad por la dejadez incomprensible demostrada al tratarse de un edificio emblemático que necesariamente tiene transcendencia en cualquiera de sus facetas.

Queda claro, por tanto, que la cerámica no tiene la culpa de que Calatrava la haya pifiado.