El pasado fin de semana fuimos testigos (in situ) del lanzamiento de un bote de gas lacrimógeno en el Madrigal. Afortunadamente los lanzamientos de objetos no son frecuentes, siendo las monedas y los mecheros lo más recurrido. Uno de los más insólitos se produjo en un partido en Grecia donde un jugador recibió una lluvia de zanahorias. Sonado fue el recibimiento a Figo por parte de la afición culé tras su pase al Real Madrid. Decenas de móviles, una botella de whisky y una cabeza de cochinillo cayeron cerca del portugués. Llamativo fue también la bomba de mano que se lanzó en un campo iraní. Nada más caer al césped un jugador la retiró contra la valla donde explosionó a los pocos segundos. No hubo que lamentar víctimas. Donde milagrosamente tampoco hubo que lamentar desgracias personales fue en Milán donde los tiffosi del Inter lanzaron una Vespa a la grada baja donde estaban los aficionados del equipo rival (el Atalanta).

Durante la infancia y la adolescencia modelamos la personalidad en base a la pertenencia a un grupo bien sea religioso, deportivo o cultural. La elección de un equipo es una de las primeras decisiones que definen nuestra identidad. Por eso no se cambia de equipo, y sí de tendencia política o de pareja, ya que estas decisiones se toman más tarde, cuando la personalidad ya está formada. El fútbol apasiona generando en ocasiones fanatismos más dignos de un psiquiátrico que de un estadio. H

*Psicólogo clínico