Querido lector, durante estos días me he preguntado si era prudente hacer público que voy a votar a Ximo Puig en las primarias del PSPV-PSOE. Reticencia que brotó, posiblemente, y ahora pienso que equivocadamente, porque no quería dar la impresión de palmero ni influir sobre el libre pensar y decidir de aquellos a los que por no ser afiliados del PSPV-PSOE les he solicitado que se inscriban en el censo de primarias. Aunque, como tantas cosas en la vida, después de reflexionar llego a la conclusión de que en la medida en que la elección de Ximo Puig o la de Toni Gaspar es un acto político, para que no pierda vitalidad o se encierre en el sectarismo, para que sea fecundo, también debe ser un acto publico en el que las diversas razones se abran al dialogo, a la confrontación o a la contribución de otros.

Entendiendo así, la cuestión no solo puedo sino debo, además de legítimo, es de obligación explicar los motivos de mi voto por Ximo Puig. Creo que, entre sus haberes, le distingue algo que es indispensable para dirigir el Gobierno de la Comunitat Valenciana: una suficiente formación política e ideológica (no sería prudente que fuera diciendo por ahí que el empleo lo genera la empresa privada y no la administración). Además tiene una contrastada experiencia en las diferentes instituciones de la democracia. Pero, no menos importante, es que ha entendido el papel del proceso abierto que representan las primarias: lo demuestra cuando, en cada acto, en vez de encerrarse en un discurso interior sobre el modelo de partido o el necesario impulso democrático, se esfuerza en aportar soluciones concretas a los problemas mas urgentes que dificultan la vida de los ciudadanos y del proyecto político, económico y social que representa en la Comunitat Valenciana. Es decir, soluciones que nos saquen del pozo en el que nos han metido los gobiernos del PP.

Por si lo dicho no fuera suficiente, señalo que Ximo es uno de esos políticos que como decía mi madre, les hace mas ruido el cerebro que el bolsillo. Argumento vulgar pero de gran valor. Y es que, en un país donde los últimos presidentes, los del PP, querían un coche de 16 válvulas, o se han visto envueltos en líos como los de la Gürtel y la desaparición de Bancaja, o tienen una docena de diputados imputados en rollos de presunta corrupción, disfrutar a uno como Ximo, que es sencillo, accesible y con vocación indiscutible y una trayectoria política decente e intachable, no solo es bueno, sino imprescindible para darle a la política y a las instituciones de autogobierno la dignidad que se merecen y necesitan. Así es, que votaré a Ximo. H

*Experto en extranjería