La realidad ha superado las mejores buenas intenciones. Así podría resumirse la breve trayectoria -dos años y medio- de Pere Navarro al frente del PSC, a la que propio primer secretario puso fin el miércoles de forma inesperada, pero no sorprendente. Navarro ha cometido sin duda errores, y el principal probablemente ha sido no poder cumplir su propósito de que el PSC fuera gobernado de forma colectiva y no por un grupo cerrado de dirigentes. Pero han sido los vaivenes del PSC en el proceso soberanista los que han acabado por desgastarlo. La consecuencia de la falta de mensaje político claro ha sido el progresivo abandono por el PSC de la centralidad política que compartió durante años con CiU. En el haber de Navarro hay que anotar el logro no menor de que el PSOE haya apostado por hacer de España un Estado federal, aunque con el adiós de Alfredo Pérez Rubalcaba eso puede quedar cuestionado. El reto que tiene el PSC no es solo sustituir a Navarro sino recuperar el protagonismo, y para eso precisa un discurso creíble y atractivo. Y, sobre todo, incluyente ahora que la sociedad catalana precisa combinar serenidad y firmeza. A nadie sensato le puede interesar un PSC débil y dividido, pero es el propio partido el que debe encontrar la fórmula. Y el consejo nacional del partido del próximo domingo debería suponer el primer paso.