Querido lector, Electra, mi compañera de trabajo, está triste. Afirmación cierta, pero en la medida en que puede evocar la sonata de Rubén Darío a la princesa, me obliga a aclarar que la aflicción de Electra nada tiene que ver con el mal de amores, ni se le escapan suspiros, ni ha perdido la risa. ¡Nada de eso! Parece ser, por lo que pregunto y responde, que su preocupación tiene que ver con algo más pedestre, menos romántico, pero no por ello menos importante. Afecta, por decirlo claramente, a su condición de trabajadora de la Diputación Provincial de Castellón, a su papel de delegada sindical de CCOO y a su compromiso y responsabilidad de representar y defender dignamente a sus compañeros. Así es que, Electra está triste, sin duda, pero no porque, en un vaso olvidado se desmaye la flor de su amor, sino porque más allá de las proclamas electorales o de las declaraciones de buenas intenciones de quienes gobiernan la Dipu, la sufrida realidad advierte que el asunto de los derechos de los trabajadores de la Dipu no van por buen camino o, si prefiere, no se respetan adecuadamente.

Querido lector, por lo que le escucho, las denuncias de Electra, no se refieren a que desde el gobierno de la Diputación se les nieguen vergonzosas peticiones corporativas o intereses particulares que podrían ser contrarios al bien común por el que debe caminar el ejercicio político. Explica, de forma respetuosa, tal como es ella, lo que conoce desde su experiencia de delegada sindical: que en estos últimos años la relación con los trabajadores no se ha levantado sobre el siempre necesario marco de diálogo social y, al tiempo, en el proyecto global, en el presupuesto, ha existido un reparto injusto del coste de cualquier ajuste. Es decir, el diálogo social ya no es un proceso de negociación para llegar a acuerdos, lo han transformado en un simple acto administrativo que solo busca informar lo ya decidido y “que peguem la cabotá”, mientras que cualquier racionalización, por el motivo que sea, siempre es excusa válida para machacar o recortar, en exclusiva, los salarios, derechos sociales, etc., de los trabajadores. Ni más ni menos.

Querido lector, Electra está triste, sin duda, pero no pierde la ilusión ni se instala en un improductivo lamento. Todo lo contrario. Pero le duele que se burlen de la dignidad de todos los trabajadores. H

*Experto en extranjería