Querido lector:

No es una buena noticia la desaparición de la Fundación de la Luz de las Imágenes porque en la Comunitat Valenciana era el único organismo autonómico constituido expresamente para destinar inversiones a la rehabilitación y conservación del patrimonio histórico y artístico. Y a partir de ahora ese hueco no lo va a cubrir ningún otro departamento de la Generalitat valenciana.

Su presupuesto ha ido menguando conforme ha ido avanzando la crisis y conforme en las arcas de la administración autonómica han ido creciendo las telarañas. Pero su bagaje desde la creación de la fundación no ha podido ser más positivo, tanto en el terreno puramente de la rehabilitación y puesta en valor de patrimonio cultural valenciano como por su combinación con el turismo, ya que la idea desarrollada a modo de campañas de valorización patrimonial como potenciación turística de una comarca, de una localidad o de un conjunto patrimonial es magnífica y ha dado los mejores frutos en la provincia de Castellón.

Sin embargo, la selección presupuestaria a que obliga la crisis ha provocado que la Generalitat decida su supresión. Es decir, se aplica la visión reduccionista y maniquea de que como existen necesidades mucho más imperiosas en materia sanitaria, educativa o social, no es momento de reformar una iglesia, restaurar obras de arte o reconstruir un castillo medieval. Como si eso solo fuera gasto (que solo con poner en valor el rico patrimonio castellonense ya estaría justificado) y no una inversión que tiene un retorno económico innegable en puestos de trabajo y en la potenciación de un turismo de calidad que además de sol y playa también quiere disfrutar de edificios que no estén en ruinas.

Y no quiero emplear el argumentario fácil de que más valdría invertir en esto que en proyectos millonarios fatuos de los que solo queda humo, que también. Ni tampoco el que señala que este programa solo está diseñado para rehabilitar propiedades eclesiásticas, como si estas no fueran arte o patrimonio.

No. Mi argumento se centra en que invertir en cultura no es gastar y en advertir de que ese camino siempre anticipa el final de ciclo.