Cuando lo antiguo no termina de morir ni lo nuevo acaba de nacer. Así podríamos caracterizar la realidad de la provincia de Castellón en términos políticos, institucionales, económicos y morales. Atrapados en las secuelas de dos décadas de un poder autoritario que, al manosearlo todo, neutralizó el potencial creador de nuestro territorio. Un poder cuyo relato se resume, 20 años después, en la nada como legado.

Sólo desprestigio e incomparecencia en los grandes retos. Un poder engolfado en sí mismo y proclive a confundir lo público con lo privado, el interés particular con el general.

Castellón quemó un modelo económico sin darse ni cuenta, sin haberlo visto. Todo debía girar en torno al golf y otros montajes faraónicos que nunca vieron la luz del día. 20 años viviendo de una farsa cuyo destino era el mayor de los fiascos. Un coste de oportunidad imperdonable porque olvidaron cimentar una economía real, productiva, basada en el conocimiento y el talento.

Por eso necesitamos un cambio drástico en las coordenadas de futuro. Un nuevo orden económico, industrial, turístico y social. Unas instituciones rearmadas de humildad y eficiencia para crear las mejores condiciones para que la sociedad cumpla sus anhelos.

Unos poderes públicos que inspiren permanentemente puntos de encuentro y de diálogo entre los diferentes actores sociales y económicos.

Castellón necesita encajar en el conjunto de la Comunitat Valenciana. Vencer el doble centralismo que nos asfixia desde Madrid y también desde Valencia. Esta es una de nuestras principales desventajas.

Afrontamos un periodo político enormemente trascendente e ilusionante para quienes todavía albergamos la esperanza de que las cosas pueden ser distintas. A todo periodo decadente le sucede una suerte de renacimiento que moviliza energías latentes que pueden cambiar el curso de la historia.

O confiamos en ello, o apaga y vámonos. Ahora bien, corremos el riesgo de perdernos en la mezquindad de siempre. Es decir, perdernos en la estrategia de la descalificación permanente de todo y de todos.

La política y los medios de comunicación exhalan conflictos, polémicas y palabras más altas que otras. Pero, en la medida que toca elevar la mirada e interpretar bien el sentir de una sociedad hastiada de todos, sería de obligado cumplimiento que todos los partidos también explicaran qué quieren hacer, qué están dispuestos a hacer por la gente. En esto debemos aplicarnos: relatos claros. Los socialistas tenemos una propuesta que formular y la formularemos. H

*Secretario general provincial del PSPV-PSOE y portavoz en la Diputación