Todos los expertos coinciden en que uno de los factores que lastran la recuperación efectiva de la economía europea es que el crédito no llega con fluidez y energía a quienes tienen capacidad de generar actividad, ya sean las empresas (singularmente las pequeñas y medianas) o, a través del consumo, los particulares.

La decisión del Banco Central Europeo de colocar el precio oficial del dinero en un insólito 0,05% es un intento, a mitad de camino de la audacia y la alarma, de facilitar las posibilidades de crecimiento y alejar el riesgo de uan nueva recesión que tendría efectos demoledores para el conjunto de la Unión Europea.

Y en España esta falta de circulación del dinero es especialmente acusada y preocupante, porque es una dramática manifestación del círculo vicioso en el que está instalado nuestro sistema financiero.

Los bancos españoles se encuentran atrapados en una contradicción. Por una parte, deben ganar músculo, y para eso necesitan ampliar la base de clientes, que podrían lograr ofreciendo productos atractivos como créditos en buenas condiciones. Por otra, están obligados por las autoridades a dotarse de capital y solvencia suficiente para tener capacidad de encajar un incremento de los impagos, y eso les retrae a la hora de generalizar créditos a un interés razonable. La muy dolorosa experiencia de la burbuja inmobiliaria y la lentísima digestión de su pinchazo conducen a las entidades financieras a actuar con pies de plomo, aunque, paradójicamente, el crédito hipotecario es hoy el que tiene unos precios más interesantes para el consumidor (por debajo del 2%) porque las garantías patrimoniales son superiores que en otro tipo de préstamos. Pero los bancos españoles están aplicando diferenciales muy elevados a otro tipo de créditos (en torno al 7% para el consumo, por ejemplo).

Y sus beneficios están aumentando este año de forma notable. Y las remuneraciones que ofrecen por los depósitos son tan nimias que desincentivan el ahorro (lo que siempre había sido tenido como una virtud) y empujan a los clientes hacia productos con riesgo de volatilidad. Son datos que también hay que tener en cuenta para la composición de un panorama general con muchas incertidumbres y una sola certeza: sin el riego sanguíneo del crédito, la economía no superará la debilidad actual.