Querido lector, estos días, quieras o no quieras, toca la Unión Europea (UE). El hecho cierto y constatado de ver que todos los medios de comunicación utilizan sus secciones o espacios de política y economía internacional para hablar y escribir de la negociación de la deuda griega, sitúa a la UE en el centro obligado de la reflexión.

Y por eso, de entrada, deseo dejar constancia de que he sido y soy partidario, desde siempre, de la UE. Postura que, seguramente, comparto con otros ciudadanos de otros países de la Unión y, posiblemente, por motivos diferentes. Así, por ejemplo, para unos, la UE, y sobretodo para los que vivieron las dos guerras mundiales, representaba la urgente necesidad de la paz, el diálogo, la convivencia, la seguridad… etc. Para otros, la vigencia de la UE tiene que ver con una realidad indiscutible, la que señala que, por una razón u otra, en el mundo actual existen países, sectores y/o bloques emergentes, con voluntad imperial o planetaria (EEUU, China, India) que reclaman una UE como gran actor político y económico que habla a esos imperios de igual a igual. Y en mi caso, aún siendo evidente que comparto todos los buenos argumentos utilizados hasta ahora para justificar la existencia de la UE, les uno la circunstancia de ser español nacido en la época del viejo dictador. La que hace que la UE, lo que había más allá de la frontera pirenaica, representaba algo más que otro país, era el sueño de participar y compartir la libertad, la democracia, los derechos humanos…etc. Incluso diría mas, me guste o no, creo que de momento, y en esta parte del mundo, fuera de la UE no existe nada productivo, con futuro.

No obstante, en esta ocasión, solo quiero apoyar a Grecia en su difícil negociación. Dejar constancia, protestar, de que a todos los trabajadores y ciudadanos de a pie, que representamos lo común y pertenecemos a la inmensa mayoría de los que viven y pagan impuestos aquí y hacen patria y sociedad, no nos vale cualquier UE. No nos sirve, por ejemplo, la actual, la que ha surgido después de que gobiernos títeres unos y, otros sumisos, aceptan préstamos, negociaciones y presiones en condiciones que recortan Estados y derechos humanos de toda clase (económicos, laborales, sociales, políticos, etc.) hasta el extremo de violentar y saltarse la única línea roja indiscutible: la que protege al ser humano, al ciudadano y le permite vivir con dignidad. En contraposición es necesario, urgente, una UE que se base en las personas, en el crecimiento (sin duda) y en la justicia social. H

*Experto en extranjería