En los documentos contables de otras épocas conservados en los archivos municipales, los gastos realizados en concepto de pago a predicadores son frecuentes.

Hoy, muchas de esas anotaciones sirven para aproximarnos a algunas fiestas que se celebraban de un modo especial y en las que la presencia de aquellos oradores era casi imprescindible.

También a la importancia que se le daba a unos mensajes que, dichos desde el púlpito, transmitían unas ideas cuyo fundamento teórico establecía la Iglesia pero que financiaba el poder político.

El municipio no solo pagaba sino que, como parte contratante, manifestaba su grado de satisfacción sobre aquellas alocuciones. Críticas, a veces, por considerar que el clérigo apalabrado no había actuado com a insignitat que de la vila pertanya.

Porque oradores sacros los había de muchas clases, pero el prestigio local se ponía en juego a la hora de contratar a los de mayor fama. Luego, el uso que se hacía de aquellas palabras podía llegar hasta algunas normativas locales que se basaban en lo que lo preycador és dit.En cuaresma no podían faltar, y por eso el importe de sus honorarios durante ese tiempo se incluía en los presupuestos anuales del municipio como un gasto fijo. De todo lo dicho, llama la atención la pervivencia que en el tiempo tuvieron esas prácticas de origen medieval. H

*Historiadora