Pensará usted que soy un exagerado. Que no hay para tanto. Pero piénselo un poco. Después de una fractura de pierna si usted quiere recuperar su tono muscular y volver a su situación previa, va a tener que gastarse unos cuantos euros en su fisio.

Lo mismo ocurre con nuestros edificios y nuestras ciudades. Después de disfrutar de aquella “década prodigiosa” en la que, gracias a la ley del suelo de Aznar y de aquella serie de Emilio Aragón que se llamaba Médico de Familia, todos aspiramos a tener un adosado en el extrarradio como símbolo de estatus. Queríamos demostrar que éramos clase media acomodada, cuando en realidad nunca dejamos de ser clase media trabajadora. Y después de más de un lustro de durísima crisis, ahora que nuestro presidente Rajoy y toda la propaganda del gobierno ya nos tienen convencidos de que España vuelve a ir bien, es el momento de empezar a plantearse la rehabilitación de nuestras ciudades.

Ciertamente jamás debimos dejar de hacerlo porque ahora nos tocará recuperar el músculo perdido. Los próximos gobiernos que salgan deberán reinventar aquellas oficinas de rehabilitación que los gobiernos de Zaplana eliminaron, considerando que ya no hacían falta. Es cuestión de rehabilitar nuestras ciudades o dejarlas morir. Pronto veremos qué políticas ganan. H

*Abogado-Urbanista