Nunca nadie dijo que el arte de la gestión de lo público, del bien común, de los intereses colectivos y particulares de la ciudadanía, que Aristóteles definió como Política, fuera fácil... pero tampoco tan difícil como aparenta si nos atañemos a varios ejemplos ocurridos esta semana en Castellón, en la Comunitat Valenciana. Destaco tres que, por su complejidad, han sido protagonistas estos últimos días, uno por cada administración de gestión directa sobre los castellonenses: Generalitat, Diputación provincial y Ayuntamiento de Castellón.

Por estos lares casi no ha transcendido (como suele ocurrir con las cosas de la corte en Valencia), pero el nombramiento de la nueva directora de la aún no nacida nueva televisión valenciana ha provocado la enésima tensión entre los miembros del bipartito autonómico. No incluyo a la tercera pata de apoyo al gobierno que preside Ximo Puig, Podemos, porque bastante están teniendo Montiel y su equipo director, errejonistas perdedores en el Vistalegre II, con el calvario interno de sustitución, casi golpe de estado, iniciado por los ganadores pablistas cuyo recorrido finalizará en mayo, que va a influir, sí o sí, en el Pacte del Botànic, como saben, el pacto que permite el gobierno en esta Comunitat. Hasta los podemitas de Castellón liderados por César Jiménez, hasta ahora expectantes, distantes y diletantes con las luchas intestinas en su formación, han comenzado a entrar en liza una vez el panorama se ha clarificado.

La elección de la persona que debe dirigir los destinos del nuevo ente de la radiotelevisión valenciana, como era de prever, se convirtió en una batalla política ajena incluso a los propios profesionales en lid. No podía ser de otra forma con un asunto bandera en los programas electorales de PSPV y Compromís. Los consejeros de ambas formaciones pelearon a brazo partido durante 10 interminables horas por imponer sus tesis (no tanto a los candidatos que representaban esas tesis). Y al final, como siempre en la relación casi de hermanos entre el institucional y sistémico Ximo Puig y la política y estratega Mónica Oltra, ganó esa última.

Es el sino del castellonense tras la obtención de las riendas de la presidencia del bipartito. Ceder en la parte para salvaguardar siempre las formas del todo, tragando a veces sapos y culebras al poner el objetivo mayor por encima de las disquisiciones menores.

Lo pernicioso de esta constante política del último año y medio para el que lo quiera ver ( y ya hay muchos que lo ven) no es el intento continuo por parte del PP de Isabel Bonig de visibilizarlo políticamente, que, torpes ellos, provoca el efecto contrario. El problema es la acumulación reiterada de cesiones, que inevitablemente se interpreta como debilidad en vez de contrapartida racional. Y por tanto, la erosión continuada en la imagen o representación pública institucional, sobre todo a nivel interno en un PSPV enredado e inmerso en su eterna crisis electoral para la elección de una nueva dirección nacional y un nuevo secretario general, que posteriormente dará paso a otra etapa maliciosa en los ámbitos autonómicos, provinciales y locales.

La prestigiada imagen institucional de Puig está ya corriendo el riesgo de no bastar para soportar la enésima cesión en aras de una gobernabilidad estable, no por el caso concreto de la nueva tele, sino como digo por la reiteración. Y el socio, Compromís ya absolutamente de Mónica Oltra, visto el filón, no lo va a soltar.

CASTELLÓN CIUDAD. Y como buena continuación de la política autonómica de sus mayores, el grupo municipal de Compromís en el Ayuntamiento de la capital de la Plana se ha propuesto hacer lo mismo. Enric Nomdedéu, mucho más experimentado y hábil en las lides políticas y más consciente de los límites del acuerdo de gobierno, ya no está y los ediles nacionalistas, libres de dirección, hacen lo previsto: se han autodotado de equipos propios, gestionan de forma casi independiente y autodidacta sus responsabilidades ejecutivas, cada día copan más protagonismo mediático y fuerzan para sí progresivamente el acuerdo de gobierno en una carrera por su propio liderazgo que corre el peligro de convertirse en lucha cainita, especialmente tras la entrada de Ignasi García y que desbanca en protagonismo a Verònica Ruiz a la espera de una dirección en la sombra del conseller castellonense Vicent Marzà, que no acaba de llegar.

Este nuevo estatus de la política municipal, aunque en cierta forma previsible, ha pillado por sorpresa a la alcaldesa Amparo Marco y a su equipo, instalados cómodamente en el paradigma consensuado con Nomdedéu y preocupados por la gestión diaria del consistorio. Se han encontrado de repente, a las primeras de cambio, con que al primer error, al primer hueco (en este caso la polémica del asesor Lafuente o si no cualquier otro), el entente cordial con sus socios de gobierno, solo alterado de vez en cuando por las presiones previsibles o los afanes de protagonismo de Castelló en Moviment de Xavi del Señor, les estalla. Incluso con la sospecha de que ha sido provocado mismamente por algún socio verbo suelto.

Y claro, el lío está montado en espera del gran dilema. La incógnita de si Marco va a actuar como Puig (ceder para salvar el todo con el riesgo de que no será la primera cesión) o va a seguir firme con su decisión a pesar de los ultimátum de sus dos socios del Pacte del Grao al unísono, escenificado de forma cruenta el pasado pleno con el regodeo político de PP y Ciudadanos.

MOLINER Y LOS ALCALDES. El tercer ejemplo político que nos hemos encontrado esta semana ha sido la tercera edición de la cumbre de alcaldes celebrada en la Diputación donde su presidente, Javier Moliner, bregó con primeros ediles de todo color político (los de las ciudades más importantes diferentes al suyo). Desde luego, hay que reconocerle cómo ha cambiado el panorama en la instutución provincial en tan solo un par de años. Hace tan solo tres se consideraba impensable la misma cumbre; hace tan solo unos meses, era también impensable que se produjera un acuerdo casi unánime con los presupuestos y hasta hace unos días nadie pensaba como posible ese sometimiento a pecho descubierto al debate con los alcaldes. Sus circunstancias de mayoría absoluta, junto a la moderación ideológica exigida por los nuevos tiempos políticos, sumada a la mayoría de los pactos de PSPV y Compromís en los principales municipios de la provincia y el nuevo talante constructivo de la oposición socialista que lidera José Benlloch en la institución, lo han hecho posible. Sin duda, un camino a recorrer en la necesidad de renovacion popular profunda que deberá acometer en la Comunitat Isabel Bonig.

(*) Director del Periódico Mediterráneo