Castellón se prepara para su semana grande. Los vecinos de la capital de la Plana y nuestros hermanos de los alrededores la liaremos parda durante nueve frenéticos días. Beberemos y comeremos. Bailaremos y cantaremos. Reiremos y lloraremos, de emoción, claro. En definitiva, lo pasaremos en grande.

LA PENA es que algunos vecinos y hermanos de los pueblos de alrededor no la liarán parda, sino pardísima. No beberán, se emborracharán como asnos sedientos de vino peleón. No comerán, sino que comerán y vomitarán en las aceras, los jardines y las plazas de nuestra ciudad. No bailarán, irán dando tumbos como zombis beodos. No cantarán, vocearán como cerdos sangrantes en día de matanza, jodiendo el descanso a tantos durmientes como les sea posible. No reirán, se enfadarán y se pelearán en medio de cualquier calle. Y no llorarán de emoción, sino que se lamentarán en el el servicio de urgencias por las malas decisiones tomadas.

SEÑORAS Y SEÑORES y señores, llegan las fiestas de la Magdalena. Con centro asturiano pero sin asturianos, mesón del vino pero sin mesoneros de nuestra tierra, con surrealista carpa alemana sin nadie sepa aún muy bien qué coño pinta en las fiestas fundacionales de Castellón, y con toros, eso sí, con la que algunos afirman que será la mejor feria de la década. Ya veremos.

En fin, queridos lectores, que Dios reparta suerte y nos pille confesados ante la avalancha humana que se nos viene encima.