Pedro Sánchez cosechó ayer un remarcable éxito de participación en el acto de presentación de su precandidatura a las primarias del PSOE celebrado en Fabra i Coats, uno de los templos simbólicos del colauismo. El PSC sigue en su apuesta por la neutralidad en este proceso, como había hecho tradicionalmente, excepto cuando la malograda Carme Chacón le disputó la secretaría general a Rubalcaba. En el 2014, los militantes catalanes optaron mayoritariamente por Eduardo Madina que en esta ocasión apoya a la candidata andaluza Susana Díaz.

Cataluña se presenta, para la mayor parte de los analistas, como un territorio clave en la pugna entre la líder del socialismo andaluz y el derrocado Pedro Sánchez. Y todo indica que, a priori, la balanza se puede inclinar por el anterior líder del PSOE al que el socialismo catalán se mantuvo fiel en bloque en su pugna contra la abstención en la investidura de Rajoy que finalmente los diputados catalanes no apoyaron. Una actitud que significó rápidamente en un moderado aumento de sus expectativas en las encuestas y que el tiempo y la cadena de casos de corrupción del PP no hacen sino avalar.

La prudencia ante una hipotética victoria de Díaz obliga estos días a muchos dirigentes del PSC a una neutralidad algo impostada que puede acabar pasándoles factura en sus ya resentidas dinámicas internas. Se puede entender hasta cierto punto, pero el tacticismo tiene siempre el límite de la pérdida de la propia personalidad.