Hemos entrado en tiempo de Adviento, y las procesiones de pasos religiosos se ven relegadas por otras, las de los corruptos, caminito de la cárcel, eso sí, al son de moda, despasito. Y aunque algunos de sus penitentes nos dejan sin palabras, nos sobra indignación para llenar este y 20 artículos más, con argumentos populistas y no tanto sobre la necesidad de continuar con este debate. Sin embargo, somos conscientes no solo del hartazgo de los vecinos de Castellón porque se aprovechen estos argumentos para relegar los verdaderos problemas de nuestra ciudad, sino de que las cada día más acuciantes necesidades parecen ser guardadas bajo la alfombra, cada vez que uno de estos amigos de lo ajeno es descubierto, convenientemente,en muchas ocasiones y tras los servicios prestados. Como decía mi padre, «cuidado con el fuego amigo, dispara más certero».

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo solares insalubres, que no sólo se han convertido en posibles focos de futuros incendios, sino en paraísos para animales transmisores de enfermedades varias. Durante casi una década (que se dice pronto) hemos suplicado, pedido y al final exigido, la limpieza de los mismos y tras conseguir que se aprobara una ordenanza para regular su mantenimiento hace un año, seguimos esperando a que alguien se responsabilice de la palabra dada, firmada y como es habitual, incumplida. Esperamos no tener que lamentarnos para que nuestros representantes políticos recuperen la memoria.

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo la problemática de los trenes de cercanías, en los que cada trayecto se convierte en una auténtica odisea para los usuarios. Y mientras, esperando la tan ansiada llegada del AVE. ¿Cuándo?

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo unas tasas de paro, sobre todo en las franjas de edad más delicadas, insostenibles, familias en las que ningún miembro trabaja o, lo que es peor, lo hace en condiciones precarias, naciendo una nueva clase social: la trabajadora pobre. Ésto es de vergüenza, ajena y propia.

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo el cierre indiscriminado de las pequeñas empresas sustentadas por nuestros autónomos, esos que han sostenido nuestra economía durante todos estos años, ya que somos una ciudad de emprendedores, donde el pequeño comercio seguía manteniendo los valores de un Castellón cercano y vecinal, dando riqueza no solo a la economía de sus vecinos sino a la de nuestra historia y buenas relaciones.

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo, cada día en mayor grado y como consecuencia de los dos anteriores puntos, una abochornante y cruel pobreza infantil. Nuestros pequeños ven comprometido su futuro y por ende el de todos, cuando más de un tercio de ellos no tiene asegurada su alimentación. Muchos de nuestros niños hacen su única comida diaria nutritiva en el comedor escolar, ese que cierra en un par de meses. Perdonadme, pero este tema no solo me entristece, sino que me causa perplejidad absoluta ante el absurdo de que se dé importancia a temas sobre la libertad de expresión o de religión y no al sufrimiento de seres indefensos cuyo único pecado es nacer en una sociedad donde los adultos deberíamos regresar a la escuela a aprender la diferencia entre urgente e importante. De paso, las definiciones de respeto y educación no vendría mal refrescarlas de vez en cuando.

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo interminables listas de espera para ser atendidos por nuestra sanidad pública, cada día menos nuestra y cada vez menos pública, soportando retrasos de más de un centenar de días para cualquier intervención quirúrgica, con el consiguiente estrés y padecimiento de los pacientes. En su mayoría nuestros mayores, esos que no solo levantaron este sistema de salud universal, sino que lo han mantenido durante toda su vida para nosotros, quedando ahora fuera de él por la avaricia de unos cuantos y la pasividad de otros muchos.

En Castellón, los vecinos seguimos padeciendo la lacra del terrorismo machista, en un año en el que ya contamos con más de una veintena de muertes y otras tantas víctimas entre los huérfanos que restan, niños que sufren la peor de las torturas imaginables, y de la que seguimos siendo cómplices cada vez que dejamos de actuar en pro de la erradicación de ésta aberración. El endurecimiento de las penas, entre otras actuaciones que venimos exigiendo desde hace años, no solucionaría pero ayudaría bastante. No olvidemos que el bullying es también una consecuencia de este terrorismo y de nuestra pasividad. Ocho de cada diez niños que cometen bullying fueron víctimas de malos tratos por parte de uno de sus progenitores. ¿A qué esperamos? Una sociedad que asesina su futuro no merece tenerlo o, peor, se merece el que tendrá.

Me he dejado muchos temas en el tintero, no por falta de ganas, sino de espacio, ya que aunque llenaría sin pensarlo todo el diario, me temo que con esta sección ya colmo vuestra paciencia, la cuál, una vez más, agradezco enormemente.

Como siempre, me despido no solo agradeciendo vuestra atención, sino apelando a vuestro espíritu de rebeldía y de unión cuando digo que «solo no puedo, contigo sí». Castellón necesita de sus vecinos para volver a ser nuestra ciudad.

*Presidente de la Federación Coordinadora de Entidades Ciudadanas de Castellón (COASVECA)