No es fácil convivir con la actividad política, parlamentaria, municipal... Mis hijos crecieron en el eje de una intensidad que me preocupaba, además de la casi imposibilidad de conciliar vida familiar y política. Jugaban a organizar mítines, daban discursos o jugaban a reunirse. Uno de ellos iba con carpetas y papeles bajo el brazo por toda la casa diciendo que de mayor quería ser reunidor. Con la edad fueron convirtiéndose en las mejores personas y en las mejores voces críticas, un valor imprescindible para convivir con la absorbente política. En mi casa no ha sido fácil caminar con un ritmo diferente, dimensionado, vertiginoso. Con desventajas, presión ambiental y sufriendo desigualdades, un camino de daños colaterales, donde ser periodista se convierte en una carrera de obstáculos. Pero nada nos amedrenta, nuestras luchas son permanentes y profundas. Hemos concebido la aventura de vivir en familia como la lucha más hermosa.

Con el paso del tiempo se va dibujando ese mapa de la geografía humana que llevamos con orgullo en nuestras miradas. Sin perder nunca el rumbo ni forjar absurdas pretensiones, habitados por la coherencia, el trabajo y los mismos sueños que conciben miles de personas. Como ciudadana, como compañera del político, del hombre que elegí como compañero, de la persona que ha dedicado su vida a dignificar las instituciones democráticas, recuperar el prestigio y trabajar por una sociedad mejor, más justa y solidaria. Mejorar la vida de las personas es la prioridad. Y la política es la mejor herramienta. Como dijo Olof Palme, la democracia es una cuestión de dignidad humana y la dignidad humana es la libertad política.

Hoy quiero querer más que nunca mientras respiro el asfixiante aire de la intolerancia y el fanatismo. Ese fanatismo que definiera Amos Oz como un gen del mal. Quiero creer y querer más que nunca como ciudadana de este pequeño país donde se han encendido las luces desde una necesaria diversidad y confluencia, desde la izquierda. Con todo el sentido común, porque este proceso es reparación y recuperación de la dignidad ciudadana. No tiene sentido dañar esta dignidad, minar esperanzas, y hacerlo desde opciones centralistas. Escribo desde mi libertad, desde mi trinchera, desde ese espacio infinito que nace en el corazón y la cabeza. Hoy quiero querer más que nunca.

*Periodista